viernes, 8 de marzo de 2013


PALABRAS DE JESÚS EN LA CRUZ EN EL AÑO DE LA FE

Primera palabra
“Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen” (Luc. 23,34)
Tema:  La fe que conduce al Perdón.

La primera palabra de Jesús en la cruz evidencia no sólo la realidad espiritual de ese momento, sino que plasma también la nuestra. Colgar a Cristo del madero de la cruz es desconocer su misión en medio de nosotros: Se desconoció y seguimos desconociendo que él es la “fuerza de salvación” que nos libra del temor, así lo dice el evangelista Lucas: “Para que libres de temor y arrancados de nuestros enemigos le sirvamos con santidad y justicia todos nuestros días”. Cristo es la fuente de nuestra libertad y el pecado ha hecho que ignoremos que sólo por Él alcanzaremos la libertad de los hijos de Dios.

Ignorar a Cristo es dejarse contagiar de “doctrinas llamativas y extrañas”, es permitir una experiencia religiosa de bolsillo que no implique una adhesión definitiva al Evangelio y a la vivencia de las virtudes que de él se desprenden. El Señor sigue siendo crucificado porque en muchos lugares su evangelio es sacado de contexto y adaptado para justificar situaciones de pecado.

La ignorancia y desconocimiento de Cristo, del que nos habló de la Misericordia infinita de Dios, nos conduce al error que tiene matices de odios, venganzas y malos tratos. Desde la cruz el Señor nos dejó como signo de fe verdadera el perdón como dimensión característica de sus más fervientes discípulos. No perdonar es descalificar el acto sublime de Jesús que nos demostró desde la cruz, que el perdón hace parte de los bienes del Reino anunciado por Él; del perdón se desprende el amor, la justicia y la paz.

Cristo es el “señor del perdón”; lo predicó y lo vivió, lo incorporó a la vida ordinaria de sus discípulos y en el año de la fe estamos llamados e invitados por el mismo Jesús a identificar quien o quienes necesitan de nuestra comprensión o de nuestro perdón, o por el contrario, quienes están distantes de nosotros y, en conciencia debemos pedirles perdón.

El evangelista Mateo nos interpela acerca del perdón que pedimos y del que estamos dispuestos a dar: “Queda bien claro que si ustedes perdonan las ofensas a los hombres, también el Padre celestial los perdonará. En cambio, si no perdonan las ofensas de los hombres, tampoco el Padre les perdonará a ustedes” (5,7). Una fe madura es fuente de perdón, cuando es sólo un sentimiento de momento se nos impondrán los odios y los rencores que laceran el alma y oscurecen la grandeza de creer en el Señor de la vida y fuente de toda bendición.

Por la fe el corazón se habilita para tener con los demás los mismos sentimientos y acciones que imploramos a Dios para nosotros, dice el evangelista Mateo que es bienaventurado todo aquel que es misericordioso, y, el apóstol Pablo nos exhorta a perdonarnos unos a otros, así como Cristo nos perdonó. (Cfr. Mt. 6,14. Col. 3,13)

Esta palabra del Señor en la cruz es sin duda una invitación a dejar todo aquello que nos impide ver a Dios y nos aleja de la experiencia cristiana del perdón. Hoy, en la meditación de la muerte del Señor, debemos decir con un corazón humilde: Perdón, Señor, por no seguir tu Palabra, por una fe débil, por no dar a los demás lo que diariamente te pedimos.

lunes, 4 de marzo de 2013

Mons. Ricardo Tobón Restrepo

Un saludo muy especial a todos los lectores de este blog. En esta oportunidad les presento una reflexión del Señor Arzobispo de Medellín sobre la realidad de esta ciudad, espero sea motivo de reflexión para Ustedes.


¿QUIÉN RESPONDE ESTOS INTERROGANTES?

Últimamente, se ha publicitado mucho que Medellín es la más educada, que es ciudad incluyente, que es modelo de urbe innovadora. Todo eso debe ser cierto, cuando lo repiten tanto. Nos alegramos por las cosas buenas que tiene y se hacen en Medellín. Pero, igualmente, sabemos y constatamos cada día que nuestra región es la más violenta del país, que pasan los años y no logramos aprender una convivencia pacífica, que en nuestros barrios nos estamos matando.

Ya he escrito y dicho, en varias ocasiones, lo que todo el mundo sabe: nuestro problema es muy complejo, está profundamente enquistado en la estructura social, no sirven soluciones simplistas, parciales y aisladas. Todos, gobierno, academia, mundo empresarial, instituciones sociales, culturales y religiosas, tenemos que comprometernos con la causa de la paz dentro de un plan de conjunto, debidamente concebido y adecuadamente liderado.

La prueba de que nos está faltando ese proyecto común y ese compromiso de todos son las preguntas que tantas personas se hacen sin encontrar una respuesta. Puede resultar útil recoger algunas de ellas:

1. ¿Por qué los medios de comunicación no informan exactamente la situación de violencia que se vive en el área metropolitana de Medellín?
2. ¿Por qué si alguien denuncia personas vinculadas con la violencia, éstas lo saben inmediatamente, exigen razones y toman represalias?
3. ¿Por qué nadie logra hacer nada para que no se sigan vinculando niños y adolescentes a la guerra y no continúe la explotación sexual de niñas en medio del conflicto?
4. ¿Por qué las cárceles, en no pocas ocasiones, en lugar de controlar la acción de los delincuentes son el lugar seguro para que ellos planeen y dirijan las acciones criminales y terroristas?
5. ¿Por qué nadie llega al fondo de eliminar el vínculo entre narcotráfico y violencia, si, como ha dicho una fuente autorizada, el 97% de los asesinatos en Medellín se derivan del narcotráfico?
6. ¿Por qué se sigue hablando de “micro-tráfico” cuando, según datos hechos públicos por los medios de comunicación, se trata de un “negocio” que en Medellín supera los dos billones de pesos al año e involucra a un 85% de la población juvenil de las comunas?
7. ¿Por qué no se aprovecha mejor la inversión que se hace en educación para que ésta vaya más allá de la transmisión de datos y se ocupe de lo esencial: enseñar a vivir y a convivir?
8. ¿Por qué circulan tantas armas modernas y sofisticadas; quién promueve ese negocio; con qué dinero se adquieren; quién adiestra para su manejo?
9. ¿Por qué persiste un índice tan alto de impunidad; dónde están la verdad y la justicia; se puede permitir una explotación ideológica o económica del dolor de los que sufren?
10. ¿Por qué está tan “barata” la “vida” en Medellín, hasta permitir que con muy poco dinero y sin mayor esfuerzo se pueda contratar el asesinato de cualquier persona en la ciudad y sus alrededores?
11. ¿Por qué mejora la infraestructura pero los niveles de pobreza no bajan; por qué decimos que la ciudad va bien y la gente está mal?
12. ¿Por qué la violencia se ha organizado como una verdadera y omnipresente empresa, con su gerencia bien localizada, que al fin de cuentas todo el mundo acepta y respeta?
13. ¿Por qué si se sabe que sin la misión de la familia tal vez no sea posible la convivencia en una sociedad, no se protege de ciertos medios de comunicación, de ideologías adversas y de otros factores de riesgo esta institución natural y fundamental?
14. ¿Por qué tantos viajan tranquilos en su barco de egoísmo y de codicia, sabiendo que sin una sociedad equitativa y pacífica finalmente su barco se va a hundir?
15. ¿Por qué la Iglesia no logra con toda su acción evangelizadora una influencia más visible en la formación de las conciencias y en la reconstrucción de una sociedad moralmente enferma?

Estamos viviendo en estos días el recrudecimiento de la violencia, que periódicamente aparece en nuestra región, generando terror, pobreza y muerte. Se está pasando la hora de que actuemos todos con un plan integral y a largo plazo, porque los interrogantes enunciados sólo los podemos responder entre todos. 

+ Ricardo Tobón Restrepo
     Arzobispo de Medellín

Demos gracias al Señor por la vida y el ministerio del Señor Arzobispo, a él nuestro saludo y a Dios nuestras oraciones por él.

Un abrazo.

Padre Diego León Ruiz Franco.

domingo, 24 de febrero de 2013

Instrumentalización de Dios

Escuchando la reflexión del Santo Padre debemos, con honestidad, evaluar las intenciones por las que ejercemos nuestro ministerio, pues tanto en algunos pastores de iglesias no católicas como en algunos sacerdotes católicos, el anuncio del evangelio ha quedado reducido a la instrumentalización de Dios para los propios fines de quienes predican.

Las riquezas de pastores y sacerdotes no tienen ninguna justificación, pues los bienes económicos que se reciben, han de orientarse para las obras de caridad y sostenimiento del culto.

Con dolor escuchamos que un fulano, sacerdote o pastor, dejó de ser el pobre de su barrio y ahora vive entre los ricos como uno de ellos, esto, sin duda es contrario al evangelio.

Orar por los sacerdotes también implica acercarse a ellos y con caridad decirles qué mal hacen cuando instrumentalizan a Dios y se enriquecen con la fe de los fieles.