jueves, 29 de octubre de 2009

EL DON DE LOS AMIGOS




DESDE EL PROFUNDO CORAZON DEL PADRE CALIXTO


ESTE MI BARRO

Cansada está mi arcilla, Señor
y se ha rajado,
al golpe de los días,
de los dolores y los desengaños.
El paso de la lluvia y el viento
sus huellas me dejaron
como un tatuaje adolorido y hondo
en la piel de mi barro.

Pero, serenamente
contemplo mi vasija, así puesta de lado
en la penumbra de un rincón sin nombre,
bajo un silencio rítmico y arcano.

No me olvides, Señor, en esta hora;
soy un pobre cacharro
pero que aún conserva muy fielmente
las huellas digitales de tus manos.

Los juncos y las hierbas me rodean;
le hacen cuna a mi vaso,
y en este atardecer en que mi vida
se pinta de un gris pálido,
vuelvo a sentir tu omnipotente fuerza
en el temblor doliente de mi barro.

Siento que me modelas nuevamente;
llega hasta mí tu hálito
y contemplo sin pena
mis bordes desbordados
y las grietas oscuras de mi arcilla
por donde ya quizá se ha evaporado
toda mi agua y mi sed… y mis aromas;
y mis anhelos… y mis sueños vanos…
y hasta parece que mi ser se escapa
de mi polvo, Señor. Sin embargo
hoy sé que estás más cerca, más que nunca
de este mi barro,
y que mi arcilla quebrantada y rota
se hace polvo de estrellas en tus manos.

Calixto.

LOS MILAGROS DEL AMOR

1o DE NOVIEMBRE: SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS

ALGUNOS APUNTES SOBRE LA SANTIDAD

Amigo Lector:

JUNTOS DESEAMOS LA SANTIDAD
Dios quiere para todos sus hijos La Santidad. Por esta razón aprovecho la celebración de la Conmemoración de Todos los Santos (Noviembre 1º) para presentarte unas cortas ideas sobre la santidad cristiana y cómo podemos ser santos. Recuerdo aquella máxima de San Ignacio de Loyola que al conocer la vida de los santos dijo: “¿Si ellos pudieron por qué yo no?”

Se conoce de la vida de san Ignacio el siguiente episodio:

Mientras estaba en convalecencia pidió que le llevaran novelas de caballería, llenas de narraciones inventadas e imaginarias. Pero su hermana le dijo que no tenía más libros que "La vida de Cristo" y el "Año Cristiano", o sea la historia del santo de cada día.

Y le sucedió un caso muy especial. Antes, mientras leía novelas y narraciones inventadas, en el momento sentía satisfacción pero después quedaba con un sentimiento horrible de tristeza y frustración. En cambio ahora al leer la vida de Cristo y las Vidas de los santos sentía una alegría inmensa que le duraba por días y días. Esto lo fue impresionando profundamente.

Y mientras leía las historias de los grandes santos pensaba: "¿Y por qué no tratar de imitarlos? Si ellos pudieron llegar a ese grado de espiritualidad, ¿por qué no lo voy a lograr yo? ¿Por qué no tratar de ser como San Francisco, Santo Domingo y otros? Estos hombres estaban hechos del mismo barro que yo. ¿Por qué no esforzarme por llegar al grado que ellos alcanzaron?".

LA SANTIDAD CRISTIANA
Seguramente que te han presentado algunas ideas de la santidad y en esa presentación se ha notado algo de tristeza y aburrimiento, pues la mayoría de las imágenes que tenemos de los santos parecieran ser personas aburridas y aburridoras, con la mirada perdida, caprichosas y muy exigentes. Ver los santos de esta manera es pensar que la vida santa es aburrida: Un santo triste es un triste santo.

Lo primero que debemos considerar es ¿qué es la santidad? Trataré de decírtelo con algo sencillo.

"La santidad consiste en una disposición del corazón que nos hace humildes y pequeños en los brazos de Dios, y confiados -aun con nuestro cuerpo- en su bondad paternal"decía y vivía Santa Teresita de Lesieux.

Antes de Jesús, el pueblo de Israel comprendió que ser santo era estar separado de lo secular o profano y dedicado al servicio de Dios. El pueblo de Israel se conocía como santo por ser el pueblo de Dios dedicado a su servicio.

Para el ser humano la santidad se manifiesta en algo muy concreto: Los seres humanos son santos cuando se apartan del pecado y viven según la voluntad de Dios. Para ser santo sólo se requiere ser bueno y hacerlo todo con bondad.

La santidad encuentra en el Señor Jesucristo su más perfecta expresión (por decirlo de alguna manera)

Jesús es EL SANTO que santifica a todos quienes a Él se acercan. A propósito nos dice la Iglesia: “El divino Maestro y Modelo de toda perfección, el Señor Jesús, predicó a todos y cada uno de sus discípulos, cualquiera que fuese su condición, la santidad de vida, de la que Él es iniciador y consumador: “Sed, pues, perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto” (Mateo 5, 48). Quedan, pues, invitados y aun obligados todos los fieles cristianos a buscar insistentemente la santidad y la perfección dentro de su estado”. (Concilio Vaticano II, Lumen Gentium, 40.42).

Para ser santo no es necesario dejar de hacer aquello que nos gusta hacer y para lo que Dios nos ha dado capacidades y aptitudes, la santidad se vive en la cotidianidad.

LIBRES PARA SER SANTOS
La santidad es respuesta del hombre a la invitación que el Señor Jesús le hace, podemos decir que la Santidad es obra de Jesús pero Él no se impone. Requiere la respuesta libre del hombre. Quien ama a Dios desea responderle con todo el corazón, se esfuerza y persevera con la ayuda de la gracia para vencer la tendencia de la carne, que en palabras del Apóstol Pablo “conduce a la muerte”: “Pues si viven según la carne, van a la muerte; pero si con el Espíritu dan muerte a las obras del cuerpo, vivirán” (Romanos 8,13). La santidad es vida plena en Cristo.

PERSEVERANCIA, DETERMINACION Y PACIENCIA
Para llegar a la santidad se hace necesario trabajar y perseverar en el deseo de serlo. Notarás que muchos que conoces se entusiasman por Cristo, por ser como Él, por vivir la santidad, pero como la semilla que cae en mala tierra, no perseveran, se dan a sí mismos "permiso" para aflojarse y pronto se quedan atados a los gustos y preocupaciones que desplazan a Dios del centro de sus vidas.

Decía san José María: “Me dices que sí, que quieres. -Bien, pero ¿quieres como un avaro quiere su oro, como una madre quiere a su hijo, como un ambicioso quiere los honores o como un pobrecito sensual su placer? “-¿No? -Entonces no quieres”. Pues “¿de qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida? O ¿qué puede dar el hombre a cambio de su vida?” (Mateo 16,26).

La santidad no se consigue a la vuelta de la esquina, ni la venden en pequeñas dosis, ella es un camino, un proceso, un proyecto realizable en la vida diaria, es lucha de toda una vida, decía santa Teresa: “Aunque me canse, aunque no pueda, aunque reviente, aunque me muera”.

Esta “camino” necesita además de la perseverancia, mucha paciencia, pues no podemos pretender desterrar en un solo día tantos malos hábitos como hemos adquirido, por el poco cuidado que tuvimos de nuestra salud espiritual; así mismo la esperanza será nuestra mejor aliada para este propósito, pues si esta faltara, no seguiremos en la lucha. Creer que la santidad es inalcanzable es una gran tentación. ¡Es mentira! Es escapismo. Sí podemos ser santos porque Dios da la gracia y los medios. Dios no falla. Muchos han sido los grandes pecadores que llegaron a ser santos basta con leer la vida de San Pablo y San Pedro y los Hechos de los Apóstoles para ver la obra del Espíritu en las almas que buscan la santidad.

EL ENEMIGO Y LOS OBSTÁCULOS
En la vida ordinario podemos encontrar algunos obstáculos que nos alejan de nuestro propósito de ser santos, tenemos un enemigo muy poderoso: El Diablo, él no descansa y se empeña en alejarnos del amor de Dios: “Sed sobrios y velad. Vuestro adversario, el Diablo, ronda como león rugiente, buscando a quién devorar” (1ª Pedro, 5,8).

Ser santo es sencillo, pero requiere de mucha valentía, coraje y fortaleza, porque no es algo que "esté de moda" y que el ambiente te ayude a conseguir. Por el contrario, si quieres de verdad llegar a ser santo, encontrarás miles de obstáculos en el camino, empezando por ti mismo, consideremos algunos:

1. Tu pasión dominante o "talón de Aquiles". Si observas un poco tu vida, encontrarás que miles de veces no has respondido como Dios lo esperaba de ti. Frente al llamado que te hace Dios a la perfección, encontrarás en tu vida presunciones, desesperaciones, perezas, enojos, riñas, odios, gula, impurezas, supersticiones, mentiras, venganzas y omisiones. Luchar contra todo esto a la vez puede resultar imposible, como si trataras de matar a miles de mosquitos dando golpes con una espada en el aire. Lo que tienes que encontrar es la raíz de estas caídas, tu talón de Aquiles, el nido de donde provienen los mosquitos, y arremeter contra él con todas tus fuerzas. Algunos tienen este defecto dominante en los ojos, otros en la lengua, otros en la imaginación. Si de verdad quieres ser santo, deberás descubrir cuál es el origen de tus pasiones dominantes.

2. El desánimo. Tal vez empieces a recorrer el camino hacia la santidad con grandes ilusiones, pero debes estar consciente de que vas a caer mil veces y vas a tener que levantarte otras tantas. El desánimo es “guillotina de santos”; no permitas que se apodere de tu vida y te haga decir o pensar que no sirves para eso, que tienes demasiados defectos, que no eres capaz. Todos los santos han tenido defectos y fallos, pero su santidad ha consistido en saber levantarse a tiempo y seguir adelante.

3. El agobio del trabajo. Puede ser también que al darte cuenta de las necesidades que tiene la Iglesia, de los problemas que existen en el mundo, te sientas agobiado, como si te encontraras solo con una pala ante la misión de trasladar una montaña a otro lugar. El agobio te vuelve ineficaz y eso no lo quiere Dios. Hay mucho trabajo que hacer, pero debes empezar por lo que a ti te corresponde, en el estado y condición de vida en donde Dios te ha puesto. Si trabajas en lo que debes, Dios se encargará de lo demás. El agobio es el mismo que sintieron los apóstoles cuando Cristo les dijo que sentaran a las cinco mil personas y les dieran de comer. Los apóstoles pudieron conseguir solamente cinco panes y dos peces y Jesús hizo lo demás y todos quedaron saciados.

4. El pesimismo. Los pesimistas no pueden ser apóstoles y mucho menos santos. Los pesimistas se quejan de su trabajo, de los pocos frutos que obtienen, de sus achaques, de sus problemas, del calor y del frío. El pesimista hace insoportable la vida a los demás, pues su tristeza se contagia. Los santos son alegres y optimistas, nada puede nublar su cara, pues saben que están en las manos de Dios, que es todopoderoso y que los ama.

5. La rutina. Tal vez tu vida te parezca aburrida por ser igual a la del resto de los hombres que pueblan el mundo. ¿En qué se diferencia tu vida de la del resto del mundo? ¿En qué te distingues tú, que quieres ser santo? Hay una frase que dice: “Con las mismas piedras se puede adoquinar una calle o construir una catedral”. Así es tu vida, tienes las mismas herramientas que cualquier otra persona de tu condición, pero si vives con rutina solamente verás piedras en las piedras. En cambio, si desechas la rutina, podrás ver en cada piedra la posibilidad de construir una catedral; empezarás a descubrir los milagros que Dios realiza frente a ti a cada momento. El secreto está en mantenerte en contacto con Dios para ver todo con ojos de Dios.

6. El “aborregamiento”. Si observas a los borregos, verás que caminan en el anonimato: con las orejas caídas sin mirar al cielo; viendo mecánicamente al que va delante de ellos. Un santo nunca puede caminar como borrego, en medio de la multitud haciendo lo que los otros hacen. Tú eres diferente de los demás y no debes tener miedo de comportarte de manera diferente a los otros, que sólo reaccionan ante el aullido del coyote o el silbido del pastor. Para ser santo debes dejar de ser borrego; atreverte a caminar contra corriente en tu estilo de vestir, de divertirte, de hablar y de pensar, comportándote como lo que eres: un hijo de Dios.

7. Las omisiones. Los santos no saben cruzar los brazos con una sonrisa y encogerse de hombros para contemplar cómo los demás caminan por senderos erróneos. Los santos están alerta para corregir, defender, enmendar los daños que otros puedan provocar; los santos buscan la ocasión de ayudar, no esperan que ésta les caiga encima, no se quejan de la situación del mundo: sino que luchan por hacerla mejor.

BENEDICTO XVI
Ahora te propongo una enseñanza del Papa Benedicto XVI acerca de la Santidad como Virtud Heroica. Nos dice:

Virtud heroica no quiere decir que el santo sea una especie de «gimnasta» de la santidad, que realiza unos ejercicios inasequibles para las personas normales. Quiere decir, por el contrario, que en la vida de un hombre se revela la presencia de Dios, y queda más patente todo lo que el hombre no es capaz de hacer por sí mismo. Quizá, en el fondo, se trate de una cuestión terminológica, porque el adjetivo «heroico» ha sido con frecuencia mal interpretado. Virtud heroica no significa exactamente que uno hace cosas grandes por sí mismo, sino que en su vida aparecen realidades que no ha hecho él, porque él sólo ha estado disponible para dejar que Dios actuara. Con otras palabras, ser santo no es otra cosa que hablar con Dios como un amigo habla con el amigo. Esto es la santidad.

Quien tiene esta vinculación con Dios, quien mantiene un coloquio ininterrumpido con Él, puede atreverse a responder a nuevos desafíos, y no tiene miedo; porque quien está en las manos de Dios, cae siempre en las manos de Dios. Es así como desaparece el miedo y nace la valentía de responder a los retos del mundo de hoy.

Cardenal Ratzinger (Benedicto XVI), L'Osservatore Romano» (6 de octubre de 2002).

El cristiano, «ya es santo, pues el Bautismo le une a Jesús y a su misterio pascual, pero al mismo tiempo tiene que llegar a ser santo, conformándose con Él cada vez más íntimamente».
«A veces se piensa que la santidad es un privilegio reservado a unos pocos elegidos. En realidad, ¡llegar a ser santo es la tarea de cada cristiano, es más, podríamos decir, de cada hombre!».
«Todos los seres humanos están llamados a la santidad que, en última instancia, consiste en vivir como hijos de Dios, en esa “semejanza” a Él, según la cual, han sido creados»
«todos los seres humanos son hijos de Dios, y todos tienen que llegar a ser lo que son, a través del camino exigente de la libertad».
«Dios les invita a todos a formar parte de su pueblo santo. El “Camino” es Cristo, el Hijo, el Santo de Dios: nadie puede llegar al Padre si no por Él».

S.S. Benedicto XVI, 1 nov, 2007:

A MANERA DE CONCLUSION
Termino es corto mensaje con algunas ideas de la Madre Angélica; seguro te servirán para hacer realidad tu deseo y el mío: Ser Santos.
¿POR QUÉ SER SANTO?
¡Porque Dios te ama!Tú eres precioso para Él.Tú le perteneces a Él.Él te amó antes de que existiera el tiempo. Él es tu Padre.Tú lo necesitas.

¿ALGUNAS SUGERENCIAS PARA ALCANZAR LA SANTIDAD?
1. Mira a Cristo en el momento presente.2. Cambia toda situación desagradable para bien de tu alma.3. Comprende el temperamento de tu prójimo. 4. Permanece unido a la voluntad de Dios. 5. Elige a Dios por encima de ti. 6. Imita a Jesús.7. Visita a Jesús frecuentemente en el Santísimo Sacramento.8. Practica la virtud.9. Recibe los sacramentos con frecuencia. 10. Trata de estar consciente de Su presencia.

¿QUÉ DEBO HACER PARA SERSANTO?
Sé fiel a tu estado de vida.Sé fiel a la Santa Madre Iglesia—a los preceptos, los sacramentos, los mandamientos, la doctrina, la enseñanza.Lee la palabra de Dios y otras lecturas espirituales.Observa las bienaventuranzas—compendio de la santidad.Ama e interésate. Permite que Jesús resplandezca a través de ti.Ora.

¿DÓNDE ESTÁ TU FORTALEZA PARA SER SANTO?
En la misericordia del PadreEn la Preciosa Sangre de Jesús En el poder del EspírituEn la intercesión de María, nuestra Madre En la protección de los ángeles En la EucaristíaEn Su cruz

ESPERO TU RESPUESTA
Me gustaría conocer tus sentimientos acerca de esta invitación que con tanto cariño te hago.

Fraternalmente,

Padre Diego León Ruiz Franco.
padrediegoleon@hotmail.com
www.diegoleruiz.blogspot.com

P.D.
Si estas ideas las puedes compartir con otras personas, creo que harías bien y serían de mucha utilidad.

VISITA A LOS ANCIANOS


El acompañamiento humano y espiritual de los ancianos y enfermos es quizás una de las experiencias más hermosas de la vida del Sacerdote. Acompañar y llevar a Cristo al Anciano y Enfermo es propiciar el mejor de los encuentros entre Dios y las almas que le buscan.

lunes, 26 de octubre de 2009

ORACION PARA PEDIR LA SANTIDAD


Oh Dios,
fuente de toda Santidad,
por intercesión de tus santos,
que tuvieron en la tierra
diversidad de carismas
y un mismo premio en el cielo,
haz que caminemos dignamente
en la vocación particular
con que nos has llamado
a cada uno de nosotros.
Amén.

DOMINGO XXXI

SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS
La celebración de la Solemnidad de Todos los Santos es la mejor oportunidad para tener presente que...

1. Todo fiel bautizado en Cristo está llamado a ser santo.
2. La santidad no es algo complejo o aburrido, se trata de vivir como auténticos hijos de Dios, dotados de un organismo espiritual que tiene un desarrollo parecido al de una planta:
· Semilla plantada.
· Que se nutre.
· Crece.
· Da flores y frutos.
3. Es imposible para un cristiano pertenecer a Dios como hijo sin ser santo.
4. El camino de la santidad nos lo traza el Evangelio, en allí el Señor, además de tener un corazón pobre, nos pide:
· Ser sufridos y bondadosos.
· Ser misericordiosos al estilo de Dios Padre.
· Tener un corazón puro y límpio.
· Trabajar para colmar el mundo de la paz que sólo Dios puede dar.
· Comprometernos con el sacrificio de la vida hasta darla por amor y testimonio (como los mártires).
5. La santidad aunque es tarea y empeño del hombre, es presencia y actividad de Dios en èl.La santidad es algo tan sencillo como hacer realidad nuestra condición de hijos queridos de Dios.

sábado, 24 de octubre de 2009

ESCUCHAR - INVOCAR - SEGUIR

DOMINGO XXX DEL TIEMPO ORDINARIO, AÑO B.

El encuentro de Jesús con Bartimeo nos permite descubrir el proceso del que quiere vivir la experiencia del Señor Resucitado:

1. Escucha a Jesús: “Al oír que era Jesús empezó a gritar”.
2. Invoca a Jesús como Mesías salvador: “Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí”.
3. Deja todo lo que posee y se acerca a Él: “Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús”.

El cristiano tiene el compromiso de renovar constantemente su determinación por seguir a Jesús y hacer de Él su Señor y Salvador, pues el mundo con sus múltiples ofrecimientos no pierde oportunidades para hacer que el ideal cristiano no trascienda y penetre la realidad y sus circunstancias.

Hoy el Señor nos invita a escucharlo, son muchos los medios que Él utiliza para darnos a conocer su deseo y voluntad: lo hace a través de su Palabra, de la enseñanza de la Iglesia, de la correcta interpretación de los signos de los tiempos, de nuestras experiencias de oración, entre otras.

Escuchar y conocer a Jesús es saber qué puede realizar Él por nosotros; muy bien lo expresa el ciego, pide al Señor lo que el Mesías, el Cristo, Dios, le puede ofrecer: La liberación. Jesús está entre nosotros como Dios y Hombre verdadero que puede transformar nuestra vida ayudándonos en el proceso de liberación de las estructuras de pecado que nos impiden vivir como hijos de Dios y ser felices.

Quien tiene a Jesús es su vida es capaz de dejarlo todo por Él, porque sabe que el Señor “no quita nada, en cambio lo da todo”. La experiencia del discípulo se fundamenta en la entrega y disponibilidad, en el ofrecimiento que se hace a Dios de la propia vida, en el abandono de quien todo lo espera de Dios.

jueves, 15 de octubre de 2009

Optar por Cristo implica vivir la experiencia del Servicio a los demás en el amor sin límites.


Domingo XXIX, año B - Octubre 18.


El diálogo de Jesús con sus discípulos, del que nos habla el Evangelio de hoy, se convierte en la mejor oportunidad para conocer una característica esencial del verdadero discípulo: El Servicio como prolongación del servicio redentor de Cristo. El Señor se sigue entregando y sirviendo hoy a la humanidad por medio de sus fieles discípulos.

El cristiano es invitado por Jesús a renunciar voluntariamente a las posibilidades y oportunidades lícitas que el mundo le ofrece; por medio de esta renuncia podrá crecer en la disponibilidad a la entrega generosa por el anuncio del Reino de Dios y por la felicidad de sus hermanos, a ejemplo de Cristo Siervo que “no vino a ser servido sino a servir”.

Servir, según Jesús, es dar la vida, es entrega generosa, es menospreciar títulos, puestos importantes y honores para consagrar la vida como experiencia de servicio desinteresado y eficaz por la humanidad.

Quien ha comprendido que el Evangelio es amor para el servicio está dispuesto a asumir la causa de la persona en necesidad y se entrega con desinterés a su misión de servidor, por ello no le costará “desatar la correa de una sandalia”, algo tan sencillo, como “entregar la vida por el necesitado”, prueba del mayor amor.

Jesús no quiere para sus discípulos un mundo de jefes, capataces, patrones o súbditos, peones y esclavos. Su invitación es clara: “El que quiera ser el primero entre Ustedes, debe ser esclavo de todos. Porque tampoco el Hijo del Hombre vino a que le sirvieran sino a servir y a entregarse a sí mismo en rescate por la multitud”.

Finalmente sabemos que el cristiano se encuentra en constante confrontación entre la realidad del mundo que exige reconocimientos, honores, seguridades, títulos y puestos importantes o el seguimiento libre y consciente de Jesús servidor fiel que da su vida (mayor ofrenda posible) por la salvación del mundo entero. La cuestión se resuelve cuando el hombre comprende que la mejor manera y más auténtica expresión del amor es el Servicio.

Servicio en lo humilde, es decir, impregnar de sentido cristiano y evangélico nuestras actitudes cotidianas haciéndolas con pureza de corazón, con intención recta, plena de honradez y conciencia clara que lo pensado y realizado es prolongación de Cristo servidor, fiel al Padre que lo envía y a los hombres a quienes redime.



viernes, 9 de octubre de 2009

JESÚS Y EL JOVEN RICO

DOMINGO XXVIII - OCTUBRE 11 - AÑO B

RENUNCIA Y ADHESION


El pasaje del Evangelio en esta oportunidad nos permite identificar el deseo de Jesús por dar siempre una lección de vida profunda para quien se acerca a Él con el firme propósito de alcanzar la bondad, la santidad y la perfección.

El hombre del Evangelio que se acerca a Jesús tiene en su corazón multitud de ambiciones que le impiden asumir la propuesta del Señor como una opción fundamental, como una experiencia de sentido capaz de transformar su existencia.

A pesar de esos apegos el Señor no le impide encontrar el camino que lo lleve a descubrir la perfección y la santidad; por el contrario, le muestra que además de lo que ha hecho, el cumplimiento de los mandamientos, es necesaria una exigencia: La Renuncia y la Adhesión.

El discípulo de Cristo debe dar el lugar verdadero a las personas y a las cosas, reconocer que el hombre es dichoso en la medida que ha puesto su confianza en el Señor. Esta renuncia es el mejor camino para adherirse plena y totalmente a la Persona de Jesús y a su mensaje. “Adherir, en el mundo de Jesús, es encontrar a Dios y con Él la plena dimensión del ser mismo del hombre”.

La opción fundamental por Jesús implica relativizar el presente con todas sus seguridades, para iniciar la experiencia de Dios, apoyados en la fe y en las obras que ésta implica. No deberá entenderse esta renuncia como el descuido de las responsabilidades frente al prójimo, a la sociedad y a uno mismo; por el contrario, cuando Dios se ha convertido en nuestra opción fundamental comprendemos que nuestro compromiso con el hombre y el mundo adquieren mayor responsabilidad y esfuerzo.