miércoles, 30 de noviembre de 2011

domingo, 13 de noviembre de 2011

viernes, 11 de noviembre de 2011

AMOR Y OBRAS

El Proyecto "Hermanos Míos Más Humildes" es la evidencia del amor generoso. Un amor que sólo se exprese en palabras no es prolongación del amor de Dios.

Durante estos diez meses de actividades académicas, lúdicas, familiares, espirituales, recreativas, entre otras, los niños y niñas han contado con mejores posibilidades de desarrollo, crecimiento humano y espiritual.

Hoy (noviembre 11), por ejemplo, los niños y niñas acudieron con sus mamás, -sólo dos de ellos con papás-, para comprar su vestido nuevo para la navidad. Es importante crear en los niños la conciencia de administrar bien el recurso, por ello se les otorgó un bono por 50.000 pesos para que, asesorado por su mamá, comprara su vestido; en esta oportunidad se identifican gustos, capacidad de ahorro, adecuada utilización de los medios y generosidad.

Estas experiencias pueden posibilitarse gracias a los benefactores del Proyecto. Ellos han querido confiar su dinero al Padre Diego Ruiz F., para que ejecute las acciones que desde febrero del presente año, se determinaron para favorecer el desarrollo de los niños y niñas beneficiados.

Durante este año que termina fueron beneficiados 37 niños y niñas con alimentación (desayuno y almuerzo), útiles escolares, vestido, recreación y capacitación de los padres de familia, mercados, medicamentos y tratamientos médicos; el proyecto tuvo un costo de 13.950.000 pesos que se recaudaron por las donaciones de los benefactores. Para el próximo año pensamos ampliar el cupo a 50, ésto será posible si contamos con su apoyo.

Reconocemos la importancia y colaboración del Padre Ovidio Giraldo quien a través de la Pastoral Social Caritas La Dorada, nos opoyó decididamente durante todo el proceso, así mismo al Señor Alcalde de La Dorada y a la Secretaria de Educación municipal.

Reiteramos, finalmente, nuestra gratitud a cada uno de los BENEFACTORES, a ellos les aseguramos nuestra oración y gratitud.


EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 25, 14-15.19-21

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: Un hombre, al irse de viaje, llamó a sus empleados y los dejó encargados de sus bienes: a uno le dejó cinco talentos de plata, a otro dos, a otro uno, a cada cual según su capacidad; luego se marchó. El que recibió cinco talentos fue enseguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. En cambio el que recibió uno hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor.

Al cabo de mucho tiempo volvió el señor de aquellos empleados y se puso a ajustar las cuentas con ellos. "Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco." Su señor le dijo: "Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor." Se acercó luego el que había recibido dos talentos y dijo: "Señor, dos talentos me dejaste; mira he ganado otros dos." Su Señor le dijo: "Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor."

Finalmente, se acercó el que había recibido un talento y dijo: "Señor, sabía que eras exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces; tuve miedo y fui a esconder tu talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo." El señor le respondió: "Eres un empleado negligente y holgazán. ¿Conque sabías que siego donde no siembro y recojo donde no esparzo? Pues debías haber puesto mi dinero en el banco para que al volver yo pudiera recoger lo mío con los intereses. Quitadle el talento y dádselo al quien tiene diez. Porque al que tiene se le dará y le sobrará; pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Y a ese empleado inútil echadlo fuera, a las tinieblas; allí será el llanto y el rechinar de dientes”.

Palabra del Señor.

1. Los dones recibidos de Dios.

La palabra de este domingo nos urge a la vigilancia productiva y a la laboriosidad solicita (evangelio y 1ª lect.), mientras esperamos al Señor (2ª lect.). El destinatario de la parábola de los talentos que hoy leemos es la comunidad cristiana, el nuevo pueblo de Dios, así como cada uno de sus miembros. Y la interpretación de la parábola puede ser ésta: El señor de los empleados es Cristo Jesús; su ausencia, la ascensión a la derecha del Padre; su vuelta, la segunda venida del Señor; y los empleados son los cristianos, a quienes se encarece la vigilancia fructífera en el tiempo eclesial de la espera, mientras se demora la vuelta del Señor.

Dios compensa la fidelidad creativa de quienes arriesgan su esfuerzo en servirle a él y a los hermanos, como hacen los dos primeros empleados. Simultáneamente se condena el pecado de omisión que personifica el tercer empleado. Éste ha enterrado el talento -el millón, diríamos-, que el amo confió a su trabajo. Pero ante su señor quiere dárselas de exacto y de estar en regla. Demuestra un talante legalista y evidencia un espíritu mezquino, pues para dar fuerza a su excusa de perezoso no duda en tachar al amo de capitalista explotador. No parece hablar un hombre libre, sino un holgazán con alma de esclavo.

Sería injusto en cualquier caso hablar a Dios con este lenguaje: "Siegas donde no siembras, y recoges donde no esparces". Eso sería desconocer los dones del Señor y su amor al hombre, que culminan en la pasión y cruz que sufrió Jesús.

Talento, don de Dios, es todo lo que tenemos personalmente en el orden temporal y espiritual, todo lo que está dentro y fuera de nosotros. La vida es el primero y fundamental de los talentos, después la creación en manos del hombre, la sociedad a construir en la fraternidad y la justicia, la inteligencia, la educación y la cultura, la pertenencia familiar, una carrera, una especialidad, un título, un oficio, la salud, la simpatía, la personalidad... Y los valores de la vocación cristiana, que son los dones máximos de Dios: la salvación y la fe por Cristo en la comunidad eclesial, el reino de Dios, su amistad, su Espíritu.


2. Productividad para el reino de Dios.

Todos estos dones y talentos no son para nuestro uso privado y exclusivo; más que propietarios, somos administradores de los mismos. Por eso Dios nos pedirá cuenta de su rendimiento al servicio del reino de Dios entre los hombres.

Tanto en el evangelio de hoy como en la primera lectura hay una valoración de trabajo humano en su dimensión personal, familiar, profesional y social. La lectura evangélica ensalza al varón fiel y cumplidor; y la primera lectura hace el elogio de la mujer hacendosa. Hemos de poner al servicio del reinado de Dios y de la comunidad humana los talentos recibidos del Señor. La vigilancia cristiana nos urge a una fidelidad creativa, colaborando en la obra del Creador, sirviendo al bien común y a los designios de Dios sobre sus hijos, los hombres.

Por eso la vigilancia de los hijos de la luz es la actitud apropiada de quienes esperan el día del Señor, como nos avisa la segunda lectura de hoy, tomada de la primera carta a los Tesalonicenses. San Pablo parte del indicativo cristiano para llegar al imperativo moral; lo que debemos ser y hacer arranca del gozoso anuncio de la condición cristiana, de lo que ya somos: hijos de la luz, y no de la noche ni de las tinieblas.

Vigilancia significa estado de vigilia. La vida del cristiano es vigilia perpetua, siempre en vísperas de la venida del Señor. Caminamos continuamente hacia ese encuentro alegre, que es la participación plena en la resurrección y vida de Jesús. También cada día que pasa en nuestra vida nos acerca a ese momento en que habremos de rendir cuentas; hay que recordarlo con frecuencia para no perder el discernimiento cristiano de los valores auténticos. Esto es lo definitivo; todo lo demás tiene un valor relativo, es decir, referencial.


3. Talentos en conserva: pecados de omisión.

En el empleado inútil, por abstencionista, estamos retratados todos con mayor o menor intensidad de luz. No solemos examinarnos ni sentirnos culpables de los pecados de omisión. Sin embargo, el absentismo, la apatía, la pereza, la comodidad, el miedo, la psicosis de seguridad y la inacción egoísta son los mayores pecados sociales que puede cometer un cristiano hoy día. Porque nuestro seguimiento de Jesús tiene que ser productivo; de lo contrario, quedaremos descalificados. Dios reparte sus dones como quiere y según la capacidad de cada uno, pero a todos pide igual dedicación personal y plena voluntad de servicio a su reino.

Hay muchos bautizados que entierran sus talentos y se apuntan al mínimo obligatorio o a la productividad cero por no complicarse la vida ni tener que arriesgar nada en un compromiso serio por el bien de los demás. Viven instalados, desilusionados, apáticos, fosilizados. Como el siervo holgazán, no malgastan el talento, pero lo entierran; y se contentan con mantener intacto, pero infecundo, el "depósito de la fe" que heredaron de familia.

En cualquier sector de la actividad humana la filosofía del conservar y no perder es insuficiente. Lo mismo sucede en el servicio de Dios y de los hermanos. Por eso hemos de asumir el riesgo de invertir nuestros talentos en la construcción del reino de Dios en nuestra vida personal, de familia, de trabajo y de sociedad. Lo contrario es renunciar a ser persona y cristiano, es enterrarse en vida con nuestros valores en conserva. Y Jesús no fundó el cristianismo como una religión de museo y de conservadurismo, sino de revolución total que hemos de hacer efectiva sus discípulos mientras esperamos su llegada. Solamente así podremos oír de sus labios: Porque has sido fiel en lo poco, pasa al banquete de tu Señor.

LA MEJOR INVERSION

Seguramente esta imagen le ha dado la vuelta al mundo y todos los que la hemos visto expresamos sentimientos de pesar. Este es el resultado de los cristianos que desligamos la fe de la caridad, de aquellos que nos quedamos en los rezos, en los cultos estruedosos, en faldas largas y biblias bajo el brazo y olvidamos que a Dios se le ama en el Hermano.

Es posible que al ver la imagen hayas dicho "Qué pesar!", "Qué horror!" y otras tantas expresiones muy parecidas, pero no pasaste de ahí, de un lamento, porque revisando tu vida encontrarás que has dejado pasar muchas oportunidades que te han permitido manifestar concretamente el amor a tu Hermano y no lo has hecho. Con qué rostro nos vamos a presentar delante de Dios en el día de nuestro juicio?

El Proyecto "Hermanos Míos Más Humildes" es una respuesta, entre miles, a situaciones dolorosas de 30 niños y niñas que, por injusticias de los hombres, no han tenido lo mínimo para vivir dignamente. Procura invertir tu tiempo y tus bienes en la "mejor bolsa del mundo": Los Demás.

sábado, 5 de noviembre de 2011

FAUSTINA

LA DIVINA MISERICORDIA ES SALVACIÓN PARA TODOS.


Tomado de "Amaos", Revista de Evangelización. No. 1.


El día 25 de agosto de 1905 nace una niña. Como cualquier hijo, es signo de la gran Misericordia Divina y también, como todos, lleva en sí una vocación a la santidad...

Siete años después, esa niña oye en su interior esa voz divina que le invita a una vida religiosa. Resulta demasiado pronto para que pueda darse una respuesta madura. De momento, Helena Kowalska, hoy venerada como Santa Faustina, termina el tercer año de primaria y luego trabaja como criada en una casa. Al cumplir los 18 años, desea seguir su vocación, no obstante sus padres no quieren consentirlo. La obediente hija procura no pensar en el convento, intentando acallar esa voz interna con diversiones mundanas. Pero no por mucho tiempo. “Una vez ―recuerda en su Diario la futura santa―, junto con una de mis hermanas fuimos a un baile [5]. Cuando todos se divertían mucho, mi alma sufría [tormentos] interiores. En el momento en que empecé a bailar, de repente vi a Jesús junto a mí. A Jesús martirizado, despojado de sus vestiduras, cubierto de heridas, diciéndome esas palabras: “Hasta cuándo Me harás sufrir, hasta cuándo Me engañarás” En aquel momento dejaron de sonar los alegres tonos de la música, desapareció de mis ojos la compañía en que me encontraba, nos quedamos Jesús y yo” (Diario de Santa María Faustina Kowalska, núm. 9). Después todo pasa ya muy rápido. Apremiada por una voz interna, viaja a Varsovia, donde por recomendación de un sacerdote se dirige a casa de una “señora piadosa” y se pone a buscar una orden religiosa que le convenga. Se presenta en casa de la Congregación de la Madre de Dios de la Misericordia, en la cual entrará después de un año de trabajar. Efectivamente, Faustina tuvo que trabajar para disponer luego de una humilde dote que se exigía por entonces. Vivirá 13 años en la Congregación (a contar desde el día de su admisión, el 1 de agosto de 1925, hasta su muerte, el 5 de octubre de 1938). La Providencia le dio justo ese tiempo a Sor Faustina para santificarse.

Prepararás el mundo para mi vuelta final

“[...] ésta es tu misión y tu tarea en toda tu vida para que des a conocer a las almas la gran misericordia que tengo con ellas y que las invites a confiar en el abismo de Mi misericordia…” (Diario de Santa Faustina Kowalska, núm. 1567), oyó la joven monja de la boca del Señor. Durante los años siguientes, Dios preparaba a Sor Faustina para que cumpliera esta misión, otorgándole la gracia de poder tener trato con él mediante 80 apariciones, que tuvieron lugar durante la corta vida de Sor Faustina. En las páginas del Diario encontramos relatos de esos encuentros extraordinarios. Leyendo el cuadernito de la Santa, escrito en un lenguaje muy sencillo, sin ninguna dificultad nos damos cuenta de que, entre las palabras anotadas por la secretaria de Jesús, la que más reiteradamente aparece es la palabra “misericordia”. De ella precisamente habla Dios en sus apariciones a Faustina. Predicar la misericordia divina se convirtió en la misión de la vida de la monja de Łagiewiki: “No quiero castigar a la humanidad doliente, sino que deseo sanarla, abrazarla a Mi Corazón misericordioso” (Diario de Santa Faustina Kowalska, núm. 1588). “Has de saber, hija Mía, que Mi Corazón es la Misericordia Misma. De este mar de misericordia las gracias se derraman sobre el mundo entero. Ningún alma que se haya acercado a Mi, se ha retirado sin consuelo. Toda miseria se hunde [en] Mi misericordia y de este manantial brota toda gracia, salvadora y santificante” (Diario de Santa Faustina Kowalska, núm. 1777). Jesús dirige su palabra especialmente a los que experimentaron mucha maldad, tanto en su interior, como a su alrededor, los cuales incluso perdieron la esperanza de poder salvarse. Los anima a que no teman mirar hacia el Padre misericordioso. Dios, como en la parábola evangélica del hijo pródigo, espera a los pecadores con los brazos abiertos. Él y sólo Él tiene el poder de vencer todo el mal que se encuentra en una alma pecadora, igual que venció a satanás, la muerte y el pecado: “Cuánto deseo la salvación de las almas. Mi queridísima secretaria, escribe que deseo derramar Mi vida divina en las almas humanas y santificarlas, con tal de que quieran acoger Mi gracia. Los más grandes pecadores llegarían a una gran santidad si confiaran en Mi misericordia. Mis entrañas están colmadas de misericordia que está derramada sobre todo lo que he creado. Mi deleite es obrar en el alma humana, llenarla de Mi misericordia (133) y justificarla. Mi reino en la tierra es Mi vida en las almas de los hombres. Escribe, secretaria mía, que el director de las almas lo soy Yo Mismo directamente, mientras indirectamente las guío por medio de los sacerdotes y conduzco a cada una a la santidad por el camino que conozco solamente Yo” (Diario de Santa Faustina Kowalska, núm. 1784). Aunque la santidad posea diversos aspectos, tiene un rasgo que resulta fundamental y consiste, según lo comprendió Faustina, en el cumplimiento de la voluntad divina: “Hoy, durante la meditación, Dios me ha dado la luz interior y me ha hecho comprender la santidad y en qué consiste. Aunque esto lo he oído ya muchas veces en las conferencias, no obstante el alma lo comprende de otro modo cuando lo conoce a través de la luz de Dios que la ilumina. Ni gracias, ni revelaciones, ni éxtasis, ni ningún otro don concedido al alma la hace perfecta, sino la comunión interior de mi alma con Dios. Estos dones son solamente un adorno del alma, pero no constituyen ni la sustancia ni la perfección. Mi santidad y perfección consisten en una estrecha unión de mi voluntad con la voluntad de Dios. Dios nunca violenta nuestro libre albedrío. De nosotros depende si queremos recibir la gracia de Dios o no; si vamos a colaborar con ella o la malgastamos” (Diario de Santa Faustina Kowalska, núm. 1107).

Debes mostrar misericordia al prójimo siempre y en todas partes

Sor Faustina sabía que, gracias a los numerosos dones que Jesús otorga al ser humano abierto al amor divino, su corazón podría ser comparado a una fuente inagotable. Los “vasos” con que se extraen esas gracias de los manantiales de la misericordia, se corresponden a unas formas de culto, transmitidas por Cristo en sus apariciones a la monja polaca. Son las siguientes: La imagen de Jesús Misericordioso (Cristo en el gesto de bendecir al mundo, con la inscripción “Jesús, confío en Ti”), la Fiesta de la Divina Misericordia y la Coronilla de la Divina Misericordia (todos los días, a las 15 h.). Con estas tres formas de piedad, ejercidas en un espíritu de confianza cristiana y de misericordia frente al prójimo, están relacionadas promesas de grandes gracias. Sor Faustina fue la primera que experimentó estos dones, pidiendo misericordia para todos los que la necesitaban, para los que sentían tentaciones de cometer un pecado grave, los moribundos y las almas en el purgatorio. Jesús le dejó muy claro que ser testigo de la misericordia era un don que ella tenía que compartir con los demás. “Hija Mía, si por medio de ti exijo de los hombres el culto a Mi misericordia, tú debes ser la primera en distinguirte por la confianza en Mi misericordia. Exijo de ti obras de misericordia que deben surgir del amor hacia Mí. Debes mostrar misericordia al prójimo siempre y en todas partes. No puedes dejar de hacerlo ni excusarte ni justificarte” (Diario de Santa Faustina Kowalska, núm. 742). La misericordia, de acuerdo con los preceptos de Cristo, debe expresarse mediante la acción, la palabra y la oración. En el Diario, como en el libro de la vida de Santa Faustina, leemos sobre sus actos de amor al prójimo. La santa demostró que en la vida no se trata de llevar a cabo obras espectaculares que superen nuestras capacidades, sino de realizar con amor nuestras obligaciones diarias: “Oh Jesús, me das a conocer y entender en qué consiste la grandeza del alma: no en grandes acciones, sino en un gran amor. Es el amor que tiene el valor y él confiere la grandeza a nuestras acciones; aunque nuestras acciones sean pequeñas y comunes de por sí, a consecuencia del amor se harán grandes y poderosas delante de Dios gracias (257) al amor” (Diario de Santa Faustina Kowalska, núm. 889). En este mismo espíritu llegaba a la santidad, cumpliendo con sus simples obligaciones de cocinera, jardinera y portera en las casas de la Congregación en Cracovia, Łagiewniki, Płock y Vilna. Al mismo tiempo, se ejercitaba en las tres virtudes que, según le comunicó la Madre de Cristo, tenían más valor ante los ojos divinos: la humildad, la pureza y el amor hacia Dios (Cfr. Diario de Santa Faustina Kowalska, núm. 1415).

Mediante la oración y el sufrimiento salvarás a más almas que un misionero con enseñanzas y sermones

Sor Faustina, al recibir el don de la comunión mística con Dios, palpó esa realidad de la cual participan en plenitud los salvados en el Cielo. Siendo muy feliz por verse rodeada del amor divino, quería conseguir este don para todas las almas. El camino por el cual la santa se empeñó de una manera especial para la salvación de las personas, era la oración y el sacrificio. Sor Faustina aprovechaba cualquier momento libre para estar ante el Santísimo Sacramento. Pues sabía que orar sin desanimarse iba a dar unos frutos extraordinarios: “Jesús me dio a conocer cómo el alma debe ser fiel a la oración, a pesar de las tribulaciones y la aridez y las tentaciones, porque de tal plegaria en gran medida depende a veces la realización de los grandes proyectos de Dios; y si no perseveramos en tal plegaria, ponemos impedimentos a lo que Dios quiere hacer a través de nosotros o en nosotros. Que cada alma recuerde estas palabras: Y encontrándose en una situación difícil, rogaba más tiempo” (Diario de Santa Faustina Kowalska, núm. 872). Por las almas que, debido a sus pecados, no podían entrar en comunión con Dios, la monja admitía voluntariamente sufrimientos, uniéndolos al sacrificio de Cristo en la Cruz. Y aunque más de una vez esos sufrimientos que experimentaba parecían superar sus fuerzas humanas, Sor Faustina los aguantaba con humildad y alegría, sabiendo que Jesús, admitiendo ese sufrimiento, también le daba fuerzas para soportarlo. Reflexionar sobre la Pasión de Jesús y la Eucaristía constituían para ella una ayuda irreemplazable: “Me veo tan débil que si no tuviera la Santa Comunión, caería continuamente; una sola cosa me sostiene y es la Santa Comunión. De ella tomo fuerza, en ella está mi fortaleza. Temo la vida si algún día no recibo la Santa Comunión. Tengo miedo de mí misma. Jesús oculto en la Hostia es todo para mí. Del tabernáculo tomo fuerza, poder, valor, luz; es aquí donde busco alivio en los momentos de tormento. No sabría cómo glorificar a Dios si no tuviera la Eucaristía en mi corazón” (Diario de Santa Faustina Kowalska, núm. 1037). En su Diario, la Santa puso también palabras de ánimo para todos los que luchaban contra cualquier tipo de sufrimiento humano: “Oh, si el alma que sufre supiera cuánto Dios la ama, moriría de gozo y de exceso de felicidad. Un día, conoceremos el valor del sufrimiento, pero entonces ya no podremos sufrir. El momento actual es nuestro” (Diario de Santa Faustina Kowalska, núm. 963).

Don divino para nuestros tiempos

Juan Pablo II, durante la Misa de Canonización de Santa Faustina en 2000, la llamó apóstol de la misericordia y “don divino para nuestros tiempos”. Especialmente ahora que festejamos el centenario del nacimiento de la monja de Łagiewniki, intentemos aprovechar el don de su vida y de su santidad. De nuestra santa podemos aprender a amar a Dios y al prójimo de diversas maneras: reflexionando sobre el misterio de la Divina Misericordia; fijándonos a diario en los signos del amor de Dios; dirigiéndonos a Dios con confianza y con misericordia hacia el prójimo; sacando el poder y la fuerza de la Eucaristía; tratando la vida como una tarea que Dios nos da por realizar; observando la voluntad de Dios, sin seguir la nuestra; compartiendo con los demás los dones divinos; desarrollando en nosotros las virtudes de la humildad, la pureza y el amor a Dios; uniendo nuestros sufrimientos al sacrificio de Jesús; acordándonos de las formas de culto a la misericordia de Dios y aprovechando las gracias relacionadas con ellas; mostrando misericordia mediante nuestras obras, la palabra y la oración.


VIGILANCIA ACTIVA
1. Parábola de las diez doncellas. Entramos hoy en el discurso escatológico; es el quinto y último de los grandes discursos que estructuran el evangelio de Mateo (c. 24s). Del mismo se toman las lecturas evangélicas de los tres últimos domingos de este ciclo litúrgico, a base de sendas parábolas: las diez doncellas (hoy), los talentos (dom. 33) y el juicio final (dom. 34). El tema de la vigilancia flota en el ambiente litúrgico de fin de año y preanuncia el Adviento, el comienzo del nuevo ciclo.

La parábola de las diez muchachas esperando la venida del esposo incide sobre la actitud propia del cristiano en el tiempo intermedio entre la resurrección de Jesús y su vuelta al fin de los tiempos. Los primeros cristianos la creyeron próxima, incluso inminente; de ahí su desazón al comprobar que se retrasaba. La parábola propone como única actitud válida una fidelidad en tensión amorosa y a la espera. Lo que procede no es abandonarse sino vigilar. Vigilancia que no es pasividad, sino acción personal y construcción comunitaria.

Con los santos Padres, podemos hacer una identificación en el reparto de papeles: El banquete de bodas es el reino de Dios; el esposo, cuya venida se espera, es Cristo; el retraso del novio es la demora de la venida del Señor; las diez doncellas del cortejo son la comunidad que aguarda; la llegada repentina a medianoche es la hora imprevisible de Dios; la admisión o rechazo de las muchachas es la sentencia favorable o desfavorable en el juicio escatológico.
2. En vigilante espera. La línea narrativa de la parábola concluye con esta enseñanza: Por tanto, velad porque no sabéis el día ni la hora. Esta conclusión sobre la vigilancia es un toque de alerta ante el juicio último que acompaña a la venida del Señor: hay que estar preparados con aceite en las lámparas. Así la luz viva de las lámparas se convierte en signo de la fe y de la esperanza vigilantes.

Pero hay en la parábola dos detalles sorprendentes:

1) El aparente egoísmo y falta de compañerismo de las jóvenes que tienen provisión de aceite y no quieren compartirlo con sus compañeras.

2) El rechazo inflexible del novio que no abre la puerta a las impuntuales.

¿Qué significan tales pormenores? Sin olvidar que lo que importa en una parábola es la enseñanza global, es evidente que tanto la negativa a compartir el aceite como la puerta cerrada a cal y canto son artificio literario al servicio del desenlace final.

Ante la seriedad del momento, se trata de destacar una responsabilidad personal que no es sustituible por nadie. Es precisamente esa falta de preparación la causa de la exclusión del banquete. La lámpara bien abastecida es el signo de la previsión y vigilancia. Éstas son cualidades interiores, del espíritu; se tienen o se carece de ellas, pero no se pueden compartir o prestar. Hay fallos de previsión y vigilancia que son irreparables. Nadie puede suplir el fallo de un centinela, un piloto o un conductor. Algo así sucede con la fe y la respuesta personal a Dios, vienen a decir esos detalles de la parábola. Es insustituible, pues, el compromiso personal de la vigilancia.
3. Con la sabiduría de la fe. Tal conducta es ser sensatos como las doncellas prudentes, y poseer la sabiduría de Dios. Ésta, según la primera lectura, se deja ver y encontrar de quien la busca. Tal sabiduría es la dimensión práctica del discernimiento cristiano que da la fe, para distinguir los valores morales y los signos de los tiempos como llamadas de Dios. Por eso es don del Espíritu Santo y no mera ciencia humana, ni siquiera simple juicio común, y menos aún astucia cautelosa, sino comprensión plena de la realidad personal, familiar, profesional y social por la sabiduría cristiana de la fe.

Hay muchos cristianos de fe débil que mantienen su lámpara apagada, y deambulan por la vida atolondrados, embotados e incapaces de percibir la urgencia de la hora presente, sin personalidad ni consistencia evangélica. Están necesitando esa sabiduría de Dios que nos da una mentalidad nueva, despierta, previsora y activa; la única apta para superar el aburrimiento y la vulgaridad de una vida superficial que se contenta con cualquier sucedáneo de Dios.

Otros viven sin horizonte ni ilusión de futuro, sumergidos tan sólo en el presente: dinero, poder, egoísmo, sexo, materialismo en sus múltiples tentáculos. Cuando la muerte llama a su puerta lloran sin esperanza o fingen estoicismo ante la nada, porque no tienen fe, como dice san Pablo en su primera carta a los Tesalonicenses, escrita hacia el año 51 (2° lect.). Gratificando la terminología e imágenes de la apocalíptica del judaísmo tardío, san Pablo afirma la resurrección de los difuntos, que se fundamenta en la resurrección del mismo Jesús: "Pues si creemos que Cristo ha muerto y resucitado, del mismo modo a los que han muerto en Jesús, Dios los llevará con él... Consolaos mutuamente con estas palabras".

En la vida de todo cristiano hubo un momento clave en que se encendió la luz de la lámpara bautismal; y a este dato se remite el frecuente simbolismo litúrgico de la luz pascual. Pues bien, debemos alimentar esa luz constantemente con el amor y la fidelidad diaria, para no encontrarnos desprovistos de aceite en el momento culminante e imprevisible de la venida del Señor.

Toda celebración eucarística, además de ser signo del banquete del reino y memorial de la cena del Señor, es también anuncio de su muerte y resurrección hasta que él vuelva. Aquí resuena el eco multisecular de la esperanza cristiana, en conexión con el anhelo ardiente de los primeros cristianos, cuando repetimos después de la consagración el grito de gozo, y no de temor, que cierra el libro del Apocalipsis: ¡Ven, Señor Jesús!

TOMADO DE "LA PALABRA CADA DOMINGO". B. Caballero.

viernes, 4 de noviembre de 2011

PEREGRINACION A NUESTRA SEÑOR DE GUADALUPE

En el mes de diciembre iré en peregrinación a visitar a la Santísima Virgen María,
bajo la advocación de Nuestra Señora de Guadalupe.

Invito a todos mis amigos y amigas
para que le envien a la Madre de Dios un rosa y una petición.
Comunicate conmigo y te informaré sobre esta actividad de amor y fe a la Virgencita.

Mi correo: padrediegoleon@hotmail.com o padrediegoleon@gmail.com

Testimonio de Vida Sacramental y Familiar.

En un mundo que pareciera atentar diariamente contra los valores familiares y espirituales, vale la pena destacar a algunos miembros de la comunidad cristiana que, con hechos muy concretos, nos siguen demostrando que el Sacramento del Matrimonio es camino de perfección cristiana y la familia es necesaria pare la adquisición y desarrollo de los valores humanos y cristianos.

El pasado 1º de Octubre en la Capilla del Seminario Mayor de Jericó, el Señor Obispo Oscar Aníbal Salazar Gómez, presidió la Eucaristía en acción de gracias por los 60 años de vida matrimonial de Rubén Antonio Ruiz Osorio y Delia Luciola Franco Arroyave, allí, en compañía de sus diez hijos y nietos, estos “Testigos del Amor en Jesucristo” bendijeron al Señor por su vida sacramental y familiar.

Se destaca la tenacidad de Don Rubén y Doña Luciola en la promoción de los valores cristianos de sus hijos; sin duda alguna se les pueden llamar: Esposos y Padres Ejemplares.

Nadie duda que para ser buenos padres se necesita una gran dosis de amor, paciencia, ecuanimidad, comprensión, disciplina, flexibilidad, para mencionar sólo unos cuantos. Pero quizás lo que más necesitamos para formar hijos dotados de las virtudes y capacidades que les permitan llegar a ser unos buenos seres humanos es ser padres valientes, es decir tener la fortaleza necesaria para hacer lo que más les conviene a los hijos, por duro que sea, fortaleza que se alcanza por la perseverancia y vivencia de la Palabra de Dios, fuente de toda gracia.

El compromiso de ser padres nos coloca a diario en situaciones que requieren mucha valentía para no tomar el camino fácil y privar a los hijos de los límites que son vitales para que no sólo se rijan los principios que les inculcamos, sino que tengan la fortaleza para ponerlos en práctica.

Lo que necesitan los hijos no son padres condescendientes y que vivan dedicados a darles todo. Sino padres valerosos, capaces de cuestionarse y tener la fortaleza para comprometerse tan seria y profundamente en la formación de sus hijos que hagan lo que sea preciso para formarlos como personas correctas por difícil o doloroso que pueda resultarles. Muchos de los problemas de los hijos hoy en día son el resultado de confundir el ser buenos padres, es decir valientes, con ser padres condescendientes.

Pero para lo que se necesita más valentía aún es para no inventarnos toda suerte de justificaciones que nos permitan decirle a los hijos "sí" cuando en el fondo del alma sabemos que debemos decirles "no"; para no creernos nuestras propias mentiras y convencernos que todo lo hacemos por su bien, cuando realmente lo hacemos por el nuestro. Es urgente procurar que el poder que como padres tenemos sobre los hijos no lo utilicemos para remediar las carencias que les dejamos por nuestras debilidades y perpetuarlas en nombre de una "bondad" mal interpretada.

Estos dos testigos del amor y de la valentía, Don Rubén y Doña Luciola, hoy gozan de su ancianidad porque durante toda su vida creyeron que de la mano de Dios todo es posible y guiados por Él, hoy podemos presentarlos al mundo como valientes guerreros, amigos del amor oblativo y defensores de la vida: Padres Valientes, no condescendientes.

LA BENDICIÓN DE LOS PADRES

Por iniciativa del Señor Obispo, Monseñor Oscar Aníbal Salazar Gómez, antes de la bendición para concluir la Eucaristía, nuestros padres: Rubén y Luciola, bendijeron a cada uno de los hijos.

Este momento fue muy especial, en él se ratifica el amor de Dios manifestado en el cuidado, cariño, protección y bendición de nuestros padres.

La familia siempre será una bendición y los papás son sus garantes.