viernes, 20 de mayo de 2011

Importancia de la Eucaristía Dominical.

Nos relatan las Actas de los Mártires que en Abitinia, una población de la actual Túnez, fueron arrestados 31 hombres y 18 mujeres por reunión ilegal. El 12 de febrero del año 304, comparecen ante el pro-cónsul de Cartago. Acusados de haber incumplido los edictos imperiales, el presbítero Saturnino responde: "Hemos celebrado el día del Señor, porque esa celebración no puede interrumpirse". El lector Emérito, en cuya casa se reunía la comunidad, confirma esa declaración: "Sí, en mi casa hemos celebrado el día del Señor. No podemos vivir sin celebrar el día del Señor". Una joven, llamada Victoria, de-clara también con valentía: "Es cierto; yo también asistí a la reunión, porque soy cristiana".

"No podemos vivir sin celebrar el día del Señor". He aquí una afirmación programática de los llamados, con toda razón, "mártires del domingo". En esa perspectiva, la celebración dominical aparece, no como un precepto exterior, sino como una convicción interior; o mejor, como una profunda necesidad vital. El peligro que implicaba en aquella época de persecuciones la participación en la asamblea, no es considerado motivo suficiente para abstenerse de ella. La asamblea dominical es, sin duda, el hogar donde se alimenta y se forja el coraje cristiano de los mártires en estos primeros siglos.

Sería interesante conocer la opinión de Emérito y sus compañeros sobre nuestras supuestas dificultades para acudir a la reunión dominical. He aquí, en un decálogo, los valores fundamentales que el domingo encierra para un cristiano.

1. Día de la resurrección de Cristo. El paso del tiempo va degradando nuestra memoria; muchos recuerdos antes vivos y estimulantes, empalidecen gradualmente. De esta inmensa "capacidad de olvido", congénita al ser humano, surge la necesidad de renovar incesantemente el recuerdo; de alimentarlo y actualizarlo. "Acuérdate de Jesucristo resucitado de entre los muertos" decía san Pablo a su discípulo Timoteo (2Tm 2,8). Y, precisamente, la eucaristía dominical nos hace recordar esa dimensión más honda de la realidad, que la fe nos ha hecho descubrir: la resurrección de Cristo, primicia de los creyentes, sentido de nuestra vida, fundamento de nuestra esperanza.

2. Día de reunirnos en asamblea. Lo contrario de un cristiano es un ser individualista, que pretende mantener un hilo directo, a solas con Dios. La fe en el Dios de Jesucristo, crea comunidad. Tú, creyente, no puedes vivir tu fe como en una isla: tienes que reunirte con otros creyentes en domingo. Recuerda el dicho: "El cristiano es una luz que se enciende en otra luz".

3. Día de actualizar la iniciación cristiana. Estás bautizado, cierta-mente. Pero, la iniciación cristiana es un proceso siempre inacabado; llegar a ser cristiano es tarea para toda una vida. De hecho, ¿no te sientes subdesarrollado en tu fe? Pues bien, la eucaristía dominical es el hogar por excelencia donde se transmiten y cultivan los valores fundamentales del existir cristiano.

4. Día de alimentarte con la Palabra de Dios. En medio de tu vida diaria y de tantas palabras que vas oyendo, necesitas escuchar de nuevo las parábolas y enseñanzas de Jesús, los consejos siempre actuales de san Pablo. Necesitas constantemente, al menos una vez cada semana, ser interpelado y cuestionado por la palabra de Dios. Esa palabra debe llegar a tocar tu corazón y hacerlo arder, como aconteció con los discípulos de Emaús.

5. Día de reconciliación fraternal. En nuestra reunión dominical proclamamos el amor mutuo, nos damos la mano, nos concedemos mutuamente la paz, nos otorgamos el perdón. Esta sociedad herida, llena de cicatrices, tiene necesidad de lugares y momentos terapéu¬ticos. Y sobre todo de seres verdaderamente humanos. Recuerda el dicho: "Hay personas cuya sola presencia es como una absolución". Pero esta calidad de corazón la vas adquiriendo y reforzando en la asamblea dominical.

6. Día de la eucaristía, que significa acción de gracias. El domingo no es tanto el día que nosotros dedicamos al Señor, sino más bien el que nos regala el Señor, para que tomemos conciencia de su presencia entre nosotros. Aceptar esa cita es asunto de cortesía y de amistad. El cristiano es, ante todo, un ser agradecido con Dios, por el don de la vida y también por el don de la fe. En consecuencia, debes aprender en el día a día a vivir la gratuidad. Tu vida será entonces, como la de Cristo: entrega por los demás.

7. Día de los hermanos más necesitados. El testimonio más antiguo acerca del domingo nos habla de la colecta por los más pobres (1 Co 16,1-2), esto es, de la "liturgia del prójimo". "Tenían todos un mismo corazón y una sola alma" (Hechos 4,32). Pero la unión fraterna no puede terminar ahí, en la cordialidad mutua hacia dentro. ¡Creyente! Necesitas aprender a ser solidario: de los pobres, de los hambrientos, de los que son "últimos" en esta sociedad, cargada de cinismo e insolidaridad.

8. Día de la misión al mundo. El domingo, pascua semanal, renueva cada ocho días el misterio de Pentecostés. Tú, creyente, eres enviado por el Espíritu para ser testigo y sacramento de la ternura de Dios en este mundo. Recuerda el dicho: "Si no dais testimonio de mí, yo no existo". Y al mismo tiempo, eres invitado a renunciar a tantos "dioses de paisano", falsos absolutos que exigen sometimiento y reciben adoración de nuestros contemporáneos.

9. Día de esperanza, de soñar un domingo nuevo y definitivo. La eucaristía dominical supone hacer la experiencia gozosa de vivir un tiempo humano que se ilumina a la luz del Resucitado. En el disfrute de la naturaleza, compañera y amiga del ser humano, que canta con su prodigalidad y belleza la gloria de Dios. En comunión solidaria con nuestros seres queridos, difuntos, a los que confesamos vivos en el silencio de Dios. La eucaristía dominical debe promover en nosotros esta fraternidad con los vivos y los difuntos.

10. El domingo, signo esencial de identidad cristiana. La asamblea dominical es para muchos creyentes de hoy el único contacto con el Evangelio, la única oxigenación, el único alimento para su fe. En definitiva, el domingo trata de asegurar tus "mínimos vitales". Por otra parte, con la presión ambiental en contra, la participación consciente en la reunión dominical llega a ser hoy un signo de identidad y de adhesión a la comunidad cristiana, mucho más que en épocas pasadas.

Todo esto plantea, lógicamente, un problema de calidad a la celebración dominical. Pero también el de tu corresponsabilidad. El domingo debe poder ofrecer una celebración viva y participativa, en la que cada creyente pueda realizar una experiencia cálida y nutritiva de la palabra de Dios y un encuentro gozoso con el Señor resucitado. Pero para ello, joven o adulto, no vayas sólo a recibir; vete también a dar. Colabora gustosamente, según tus propias habilidades, en la preparación y celebración de la eucaristía comunitaria. Esa sería la nueva forma de asumir personalmente el tradicional "precepto dominical".

¿Y aun seguimos pensando que la Eucaristía Dominical no es importante?

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