DOMINGO 25 DE ABRIL DE 2010
DÍA DEL BUEN PASTOR
En este cuarto Domingo de Pascua, la Iglesia Universal, celebra el Día del Buen Pastor, y en él, el DÍA DE LOS SACERDOTES. Gracias a Dios, nuestra Iglesia Católica y nuestra Iglesia Particular de La Dorada Guaduas, cuenta con muchos y muy buenos sacerdotes en todas las comunidades y parroquias. Pero algunos de nuestros enemigos, los enemigos de la Iglesia, valiéndose de las faltas graves de algunos sacerdotes, se han confabulado rabiosamente para atacar y desprestigiar, por unos pocos, a todos. Y, lo que es peor, algunos católicos inconscientes se han prestado como tontos útiles para hacerles eco y seguir su juego tan sucio y tan poco leal.
Si Cristo mismo fue perseguido y calumniado, no podemos esperar una suerte diversa para sus sacerdotes. Él mismo nos lo advirtió: “El discípulo no es más que su Maestro: si al amo le llamaron ‘Beelzebul’ –o sea, príncipe de los demonios–, ¿cuánto más a los de su casa?” (Mt 10, 24-25). Si a los sacerdotes los calumnian injustamente, es señal de que van por el mismo camino que siguió nuestro Señor.
No podemos desconocer que algunos sacerdotes han fallado en el cumplimiento de sus deberes humanos y religiosos y estas fallas han herido a muchos hermanos y a la Iglesia misma que hoy sufre con y por la víctimas, sin embargo debemos hacerle justicia y reconocer públicamente que los buenos sacerdotes son, por fortuna, la inmensa mayoría, casi todos. Y se comportan como “buenos pastores”, siguiendo el ejemplo de Jesucristo, el Buen Pastor.
Muchos sacerdotes, auténticos mártires en vida, sufrieron con heroísmo glorioso la persecución religiosa de los regímenes totalitarios. Sometidos a torturas, a humillaciones y a las más crueles vejaciones en su dignidad humana y sacerdotal, permanecieron fieles a Cristo, a la Iglesia, a su fe y a su sacerdocio. Entre nosotros también podemos contar con buenos sacerdotes que han sido maltratados en su buena fama y honra y a pesar de eso siguen dando testimonio de su vocación sacerdotal decidida y de su vida colmadas de virtudes heroicas y santas.
Todos nosotros, en las más diversas circunstancias de la vida, hemos tenido a nuestro lado a santos sacerdotes que nos han ayudado a mantenernos en pie, a pesar de las dificultades. Y a ellos les debemos la perseverancia en nuestra fe y en nuestra vocación cristiana. Son muchas las oportunidades en las que nuestra vida ha encontrando nuevamente su sentido gracias a la oración, el consejo y el testimonio de un sacerdote, que sin esperar nada a cambio, ha dado lo mejor de sí y de su labor pastoral para el crecimiento y fortalecimiento de nuestra fe y de nuestra relación con Dios.
Estoy seguro, querido amigo lector, que en su memoria guarda la figura de sacerdotes que han dejado una huella indeleble en su existencia porque han sabido ser, como Cristo, “buenos pastores”. Pastores, sí; y también buenos, como auténticos padres espirituales, amigos y compañeros de la vida. De san Francisco de Sales, aquel obispo inefablemente amable, dulce y bondadoso, la gente solía decir: “¡Cuán bueno debe ser Dios, cuando ya es tan bueno el obispo de Ginebra!”.
Y se cuenta que un hombre incrédulo de la Francia del siglo XIX, alrededor del año 1840, fue invitado a visitar al padre Juan María Vianney, conocido como el santo Cura de Ars. Y, a pesar de haber ido en contra de su voluntad, después de conocerlo, exclamó: “¡Hoy he visto a Dios en un hombre!”.
Gracias a Dios, en nuestra Iglesia Católica hay muchos sacerdotes santos. Y, como éstos, tenemos legiones enteras y miríadas de ejemplos. Sacerdotes que, llenos de amor a Dios y a los demás, desgastan su vida en silencio y a escondidas, como la vela del Santísimo Sacramento que se consume de día y de noche en un continuo acto de amor y de adoración a Jesús Eucaristía.
Los sacerdotes también necesitan de nuestra oración y de nuestro apoyo y cariño, para que el Señor les dé a todos el don de la santidad y de la perseverancia en su vocación. Y oremos también por aquellos hermanos y hermanas que han sido víctimas del mal comportamiento de algunos sacerdotes, para que encuentren en la Iglesia la paz y sanación que necesitan sus corazones.
En esta celebración del Día del Buen Pastor, acércate al Santísimo Sacramento y haz una oración sincera por los sacerdotes, especialmente por los de tu comunidad, para que el Señor les conceda la gracia de un corazón como el Suyo, la fortaleza necesaria para resistir a la tentación, la perseverancia en la fidelidad a Cristo Sumo y Eterno Sacerdote. Ruega además por aquellos que persiguen a la Iglesia y a sus sacerdotes para que el Buen Dios les conceda la conversión de sus corazones.
Finalmente roguemos al Señor, por intercesión del Santo Cura de Ars, patrono universal de los sacerdotes, por el crecimiento y fortalecimiento de las vocaciones sacerdotales y a la vida consagrada de nuestra amada Diócesis de La Dorada Guaduas.
A nuestros Sacerdotes les reiteramos nuestro cariño, aprecio y las más fervientes oraciones, en el día que con la Iglesia damos gracias a Dios por su vida y ministerio sacerdotal.
Jesús, Sacerdote eterno,
guarda a estos ciervos tuyos, los Sacerdotes,
en el recinto Santo de tu Corazón,
donde nadie pueda hacerles daño alguno.
Guarda inmaculadas sus manos consagradas
que a diario tocan tu Sagrado Cuerpo;
guarda sin mancha esos corazones sellados
con el sublime carácter del Sacerdocio.
Haz que tu Santo Amor los envuelva
y separe del contacto del mundo.
Bendice sus trabajos, con frutos abundantes,
y sean las almas por ellos dirigidas y administradas,
su consuelo y gozo aquí en la tierra
y después su hermosa corona en el cielo. Amén.
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