jueves, 22 de julio de 2010

PALABRA DE VIDA


“Si tú conviertes tu corazón a Dios y tiendes tus manos hacia Él, si alejas la iniquidad que hay en tu mano y no dejas que more en tu casa la injusticia, entonces alzarás tu frente limpia, te sentirás firme y sin temor. Dejarás tu dolor en el olvido y como agua pasada por tus dedos lo recordarás. Y más radiante que el mediodía surgirá tu vida, como la mañana será la oscuridad. Vivirás seguro porque habrá esperanza, aun después de confundido te acostarás tranquilo. Cuando descanses, nadie te perturbará, y apreciarán mucho tu vida. Pero los ojos de los malvados pierden su brillo, todo refugio les fracasa; su esperanza es el último suspiro". Job 11,13-20

1. De muchas maneras el Señor nos invita a llevar una vida según su Plan de Salvación; en su Palabra encontramos insistentemente la invitación a la conversión y al cambio de vida, éstas implican un cambio de mentalidad y una actitud que se sustenta en los principios y valores que se desprenden del Evangelio.

2. De nuestra experiencia de fe se vale Dios para invitar a otros a vivir en su amor misericordioso; quienes nos ven “como a los hermanos mayores” sólo esperan que seamos ecuánimes, que nuestro ser, pensar y actuar se ajuste a todo lo que leemos en la Palabra de Dios y consideramos como norma de vida.

3. No esperemos que los otros cambien, iniciemos esa tarea tan ardua pero tan bien recompensada con las actitudes y comportamientos que consideramos más sencillas y humildes. Los grandes conversos de la historia iniciaron su proceso de cambio con una sonrisa, una oración, mayor sensibilidad por lo humano hasta llegar a dejarlo todo por amor a Dios y por el servicio desinteresado a los demás.

4. El HOY es nuestra mejor oportunidad para cambiar nuestra vida presente y determinar la futura, hagamos nuestro mejor esfuerzo para que nuestro corazón no esté mustio, nuestros ojos no dejen de brillar y permanezca en nuestra vida la “alegre esperanza de la resurrección gloriosa en Cristo, el Señor.

miércoles, 21 de julio de 2010

UN HONOR QUE SE TRADUCE EN ALEGRÍA

Compartir con la Familia SENA la celebración del Vigésimo Aniversario del Centro Pecuario y Agroempresarial de La Dorada, Caldas, es un honor que se convitió en una profunda alegría. Comparto con todos mis lectores esta satisfacción de vivir estas afemerides y felicito al Doctor Pedro Nel García Quiceno, Sub Director del Centro, por su gestión tan humana y profesional. Dios siga bendiciendo al SENA.

Un momento con mi Padre Dios.

Dios Padre, te agradezco por tus innumerables gracias y bendiciones, por el amor que me tienes y me manifiestas en cada acontecimiento de mi vida. Que cada latido de mi corazón sea un himno nuevo de agradecimiento a Ti, oh Dios Justo y Fiel. Que cada gota de mi sangre circule para Ti, Señor; que mi vida sea un canto de adoración a tu Misericordia.

Señor, aquí me tienes delante de Ti, para ponerme en tus manos, para decirte que te amo y que sin ti mi vida es muy difícil. Quiero agradecerte por este nuevo día, por todas las experiencias y personas que has puesto en mi camino. Gracias por el sufrimiento porque él me ha ayudado a purificar mi corazón y buscarte como mi único consuelo y fortaleza.

Quiero pedirte, Señor, que me perdones por todas mis faltas conscientes y mi pecado de omisión; por tantas veces que he sido injusto contigo y con mis hermanos, por burlarme de tu Palabra, por desconocer tus mandamientos, por desperdiciar este tiempo de gracia y conversión, por desoír a quienes me hablan de ti y me quieren llevar a disfrutar de tu Amor Misericordioso. Perdóname sobre todo si le he hecho daño a alguien y he desconocido tu presencia en el hermano, en el que está a mi lado, en el que veo sufrir y no hago nada por él.

Bendice, Padre, a quien he hecho sufrir con mis actitudes y ayúdame a ser mejor todos los días, sé que con tu ayuda puedo mejorar lo bueno que guardo en mi corazón. Dame un corazón nuevo, Señor, para poderte amar como tú lo quieres.

Señor, dame el pan de hoy, el de mañana y el de siempre, sobre todo dame la alegría y salud necesarias para poder vivir; dame la esperanza y fortaleza para no llenarme de temor en los momentos de dificultad, dame la fe necesaria para saber que nunca me abandonarás, dame la sabiduría necesaria para escoger siempre el camino del bien y dale a mi corazón toda la paz, serenidad y valor para afrontar los momentos difíciles de la vida. Que pueda dar testimonio de ti en un mundo con tanta desesperanza.

Yo te amor, Señor, y quisiera demostrarlo con mi propia vida. Me pongo en tus manos por mediación de mi madre la Virgen María; asiste también a los míos y a aquellos que se han confiado a mis humildes oraciones. Líbrame del maligno. Amén.

viernes, 16 de julio de 2010

Apreciados Amigos y Amigas en el Señor Jesús a quien sea el Honor y la Gloria por siempre.

En el capítulo 10 del Evangelio de San Mateo (recomiendo leerlo para comprender mejor este mensaje), leemos los nombres del los Discípulos (los Doce que el Señor elegió), su envío por parte del Señor a proclamar – anunciar Su Reino; además los alerta de las múltiples persecuciones que padecerán por vivir el Evangelio y, la invitación a confiar en Él, insistencia que resalta el evangelista con la frase “No teman”.

Al finalizar el capítulo, el Señor promete una RECOMPENSA a quienes reciben, valoran y hacen suyas las necesidades de sus Discípulos. Más que en la recompensa, es importante destacar el papel del Enviado, del Discípulo, del Sacerdote que actúa “en Nombre de Cristo”. Actuar en Nombre del Señor es hacer las veces del Señor: Quien a Ustedes los recibe, a mí me recibe.

Cuando un cristiano recibe a un Ministro del Señor, a un Ungido, a un Consagrado (todo esto es un Sacerdote), a alguien que en medio de sus limitaciones (como lo hizo Pedro que lo negó, Judas que lo traicionó) vive para el Señor y su Iglesia, recibe a Cristo mismo. Dice el Señor:

El que los recibe a Ustedes (a sus Discípulos – a sus Sacerdotes),
me recibe a mí,
el que me recibe a mí, recibe al que me envió (a Dios Padre)

Quien de un vaso de agua fresca a uno de estos pequeños (el Discípulo – el Consagrado es el más pequeño porque es el servidor de los demás) sólo porque es Discípulo mío, les aseguro que no se quedará sin recompensa (la Promesa).

Guarda en tu corazón y para la eternidad todo aquello que puedas hacer por un Sacerdote del Señor. Frente a su pecado: Corrígelo, amonéstalo, hazle justicia y ora por él. Frente a su necesidad: Socórrelo con generosidad. Frente a su buen ejemplo: Glorifica al Señor.

A pesar de su pecado, a veces tan profundo y escandaloso (del que deberá dar cuenta al Señor “Justo Juez”), el Sacerdote es aquel a quien Dios ha querido tomar de entre los hombres para ponerlo al Servicio Suyo a favor de los hombres, a fin de ofrecer dones y sacrificios por los pecados propios a la vez que por los del pueblo.

Si deseas confirmar esta reflexión (que bueno sería conocer tu aporte) acércate a la Palabra y lee el capítulo 10 de San Mateo y los primeros versículos del capítulo 5 de la Carta a los Hebreos. Allí encontrarás esta PROMESA. Las promesas de Dios se cumplen.

Adopta un Sacerdote para que ores por él y le ayudes en su necesidad. Esto lo harás a Cristo mismo. Amén.