EL SEÑOR SANA LOS CORAZONES DESTROZADOS
Salmo 146
Alabad al Señor, que la música es buena;
nuestro Dios merece una alabanza armoniosa.
El Señor reconstruye Jerusalén,
reúne a los deportados de Israel;
él sana los corazones destrozados,
venda sus heridas.
Cuenta el número de las estrellas,
a cada una la llama por su nombre.
Nuestro Señor es grande y poderoso,
su sabiduría no tiene medida.
El Señor sostiene a los humildes,
humilla hasta el polvo a los malvados.
Entonad la acción de gracias al Señor,
tocad la cítara para nuestro Dios,
que cubre el cielo de nubes,
preparando la lluvia para la tierra;
que hace brotar hierba en los montes,
para los que sirven al hombre;
que da su alimento al ganado
y a las crías de cuervo que graznan.
No aprecia el vigor de los caballos,
no estima los jarretes del hombre:
el Señor aprecia a sus fieles,
que confían en su misericordia.
1. Al leer atentamente la Sagrada Escritura encontramos un personaje llamado JOB, que nos manifiesta la visión negativa y amarga de la vida humana: "el hombre está cumpliendo un servicio"; "es un jornalero" que aguarda el salario insuficiente; "es un esclavo" (Job, 7.1). Si la vida es así, el hombre quiere que la vida pase pronto, que todo se acabe. El libro de Job, escrito cinco siglos antes de Cristo, aún no tiene idea de la resurrección. Job, despojado de todos sus bienes: sus bueyes, rebaños, camellos, criados, hijos; herido por la enfermedad, sentado en el estercolero. Incomprendido y maldecido por su mujer, sus amigos y por su entorno social. Más profundo todavía: Piensa que Dios le ha abandonado. Y se queja. Y protesta. Reflejo de muchos hombres y mujeres de nuestra época que perdieron sus esperanzas.
2. También encontramos en la Sagrada Escritura, en el Salmo 146, que acabamos de escuchar, él anticipa la solución de la esperanza: "El Señor sana los corazones destrozados, venda sus heridas, reconstruye Jerusalén". Es decir, el Señor, ante este panorama a veces tan desolado y cruel, no es un espectador, un convidado de piedra, que se queda impasible e inactivo. No es un dios griego que sólo mira, sino que "tomó nuestras flaquezas y cargó con nuestras enfermedades", como nos lo dice San Mateo en su Evangelio (Mt 8,17). El salmista, para hacer estas afirmaciones y motivar al pueblo a cantar himnos al Señor, tiene en cuenta su bondad, que ha reconstruido las murallas de Jerusalén y ha repatriado a los desterrados afligidos. Que es protector y médico sabio y solícito. Es más, como ha escrito Paul Claudel "Jesús no ha venido a traer una teoría, sino a tomar el sufrimiento sobre sí mismo".
3. Dios, actuando por Jesús, realiza lo que el salmo ha profetizado, y entre todos los milagros que realizó, le propongo que recuerden la Cura a la suegra de Simón, que está con fiebre alta en la cama. Ella se levantó y comenzó a servir. Esta mujer representa a la humanidad, a cada hombre y a cada mujer, a quienes Jesús encuentra enfermos. El mundo es un hospital gigantesco, que está esperando que una mano le alivie su dolor. En nuestra madre la Iglesia han florecido bellas flores hospitalarias, que con su vida han hecho posibles los milagros de nuestra época: Hombres y mujeres que lo ha dejado todo para servir a Dios en los demás, especialmente en los más pobres y necesitados de amor. También es verdad que algunos enfermos, muchos, no se dejan curar... La suegra de Simón, sí. "Jesús se acercó, la cogió de la mano y la levantó"... Jamás un rabino se hubiera dignado acercarse a una mujer y menos cogerla de la mano. Jesús rompe los moldes y realiza unos gestos que rebosan humanismo, misericordia, delicadeza y ternura. Ustedes, querido hermanos, también en un momento de su vida dijeron “sí” y empezó en a operarse en sus vidas un milagro que hoy con gratitud a Dios evidenciamos.
4. La visión de Dios, que nos desvela el evangelio es más optimista que la de los hombres. Aquélla nos descubre a Dios actuante en la criatura de su mundo y de sus hijos. La de los hombres tiene una valoración pesimista o excesivamente negativa de la vida y del mundo. El hombre se inclina mejor a destacar la ausencia de Dios y su abandono que los signos de los tiempos de su Reino, que ya ha comenzado a desarrollarse en nuestro interior. Es una gracia saber descubrir la acción de Jesús, actuando en este mundo de mil maneras; con curaciones físicas o espirituales, conversiones, o sencillas señales de esperanza, o brotes nuevos de alguna obra que ayude a salir de situaciones desesperadas. En ustedes ha actuado Jesús y por su gracia y fuerza hoy son hombres y mujeres nuevos.
5. La Palabra de Dios sigue teniendo el mismo poder hoy que ayer. Y sigue liberándonos de lo que nos oprime, y sigue perdonándonos, y dándonos salud y Salvación. Sigue hablando con autoridad y poder. Pero para que le dejemos obrar, es necesario que escuchemos su Palabra y que la vivamos con sinceridad. Si Jesús es el Santo de Dios, como afirmativamente lo creemos, el pueblo que le sigue debe ser un pueblo santo empuñando la Palabra de Dios, vivida, practicada y anunciada. Con palabras y con obras. Nuestra santidad de vida es la única forma de renovar el mundo. Es toda la comunidad cristiana la que debe ser el testimonio viviente de la santidad que se opone y destruye la raíz de todo mal. Ustedes en la medida que renovaron su vida, renovaron las de muchas personas, esencialmente la de sus familias, así se han convertido en un testimonio viviente de que todo lo podemos, y en Jesús ¡sí que lo podemos!
6. Una vez curada la enferma, se puso a servirles Marcos 1,29. Para los griegos, cuya filosofía habían adoptado los hebreos en sus largas y varias invasiones, servir era una acción indigna. La dignidad consistía en dominar, no en servir. El fin del hombre consistía en conseguir el perfecto desarrollo de su personalidad, y de ninguna manera el servicio al prójimo. Jesús actúa desde el amor, pues por amor "No ha venido a ser servido, sino a servir" (Mt 20,28). Es lo que ha hecho esta mujer una vez curada. Parece que queda mucho de filosofía griega en nuestra sociedad: la juventud, sobre todo, sólo piensa en "realizarse". Lo de los demás "ese es tu problema".
Después de su experiencia de sanación y liberación, la comunidad espera de Ustedes unos excelentes servidores, capaces de hacer que otros descubran las bondades del amor misericordioso de Dios que actúa en quien abre su corazón.
7. Por otra parte la lucha debe continuar para superar aquello que puede enfermar nuestro corazón, San Agustín nos dirá que seguimos con virus o bacterias, que sigue habiendo fiebre: nuestra fiebre es la avaricia, la soberbia, la ira, el orgullo, el egoísmo cerrado, la vanagloria. Nuestras fiebres son el odio, que destierra el amor; la ambición que seca el corazón humano; las riquezas mal adquiridas o mal conservadas, fuente de injusticias; la opresión, que destruye la caridad; la mentira, de tantas maneras, las medias verdades, las excusas que encubren caprichos, que nos gustan más que el cumplimiento de la palabra y que enmarañan las relaciones sociales, el afán de novedades bajo el prisma de la evangelización. Trampas del demonio que "suscita muchas cosas que hacer, para que no se haga ninguna", según San Francisco de Sales.
8. Finalmente, compartir con Ustedes este momento, es la mejor oportunidad para bendecir al Señor por la obra que ha realizado en Ustedes y a través de Ustedes: “El Señor ha sido bueno cono nosotros y por eso estamos alegres.
En nombre de mi Obispo y en el mío propio, mis más sinceras felicitaciones y mi ferviente oración para que Dios los siga colmando de gracia y santidad. María, la Madre de Dios, interceda por nosotros. Amén.
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