Diciembre 23. Día Octavo.
El Sacerdote y la Virgen María.
Contemplar a la Virgen María, Madre de los sacerdotes, significa detenerse ante el Fruto de su seno: Jesús, el Sumo y eterno Sacerdote.
Contemplando la Encarnación encontramos los rasgos fundamentales de la vocación y de la vida sacerdotal de Cristo, que ha querido compartir en modo excepcional y admirable su vida con la creatura escogida desde la eternidad: la Virgen María.
El sacerdote, por su identificación y conformación sacramental con el Hijo de Dios y de Santa María, puede y debe sentirse verdaderamente hijo muy querido de esta altísima y humildísima Madre y dejarse decir por Ella: “¡Hijo mío!”, como tantas veces dijo a su hijo Jesús.
Niño Jesús, te pedimos concedas a nuestros sacerdotes un amor especial a tu madre la virgen María, para que, como ella, siempre estén disponibles a hacer la voluntad de Dios y hagan de las palabras de la Virgen “he aquí la esclava del Señor” un proyecto de vida sacerdotal. Amén.
El Sacerdote y la Virgen María.
Contemplar a la Virgen María, Madre de los sacerdotes, significa detenerse ante el Fruto de su seno: Jesús, el Sumo y eterno Sacerdote.
Contemplando la Encarnación encontramos los rasgos fundamentales de la vocación y de la vida sacerdotal de Cristo, que ha querido compartir en modo excepcional y admirable su vida con la creatura escogida desde la eternidad: la Virgen María.
El sacerdote, por su identificación y conformación sacramental con el Hijo de Dios y de Santa María, puede y debe sentirse verdaderamente hijo muy querido de esta altísima y humildísima Madre y dejarse decir por Ella: “¡Hijo mío!”, como tantas veces dijo a su hijo Jesús.
Niño Jesús, te pedimos concedas a nuestros sacerdotes un amor especial a tu madre la virgen María, para que, como ella, siempre estén disponibles a hacer la voluntad de Dios y hagan de las palabras de la Virgen “he aquí la esclava del Señor” un proyecto de vida sacerdotal. Amén.
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