jueves, 15 de octubre de 2009

Optar por Cristo implica vivir la experiencia del Servicio a los demás en el amor sin límites.


Domingo XXIX, año B - Octubre 18.


El diálogo de Jesús con sus discípulos, del que nos habla el Evangelio de hoy, se convierte en la mejor oportunidad para conocer una característica esencial del verdadero discípulo: El Servicio como prolongación del servicio redentor de Cristo. El Señor se sigue entregando y sirviendo hoy a la humanidad por medio de sus fieles discípulos.

El cristiano es invitado por Jesús a renunciar voluntariamente a las posibilidades y oportunidades lícitas que el mundo le ofrece; por medio de esta renuncia podrá crecer en la disponibilidad a la entrega generosa por el anuncio del Reino de Dios y por la felicidad de sus hermanos, a ejemplo de Cristo Siervo que “no vino a ser servido sino a servir”.

Servir, según Jesús, es dar la vida, es entrega generosa, es menospreciar títulos, puestos importantes y honores para consagrar la vida como experiencia de servicio desinteresado y eficaz por la humanidad.

Quien ha comprendido que el Evangelio es amor para el servicio está dispuesto a asumir la causa de la persona en necesidad y se entrega con desinterés a su misión de servidor, por ello no le costará “desatar la correa de una sandalia”, algo tan sencillo, como “entregar la vida por el necesitado”, prueba del mayor amor.

Jesús no quiere para sus discípulos un mundo de jefes, capataces, patrones o súbditos, peones y esclavos. Su invitación es clara: “El que quiera ser el primero entre Ustedes, debe ser esclavo de todos. Porque tampoco el Hijo del Hombre vino a que le sirvieran sino a servir y a entregarse a sí mismo en rescate por la multitud”.

Finalmente sabemos que el cristiano se encuentra en constante confrontación entre la realidad del mundo que exige reconocimientos, honores, seguridades, títulos y puestos importantes o el seguimiento libre y consciente de Jesús servidor fiel que da su vida (mayor ofrenda posible) por la salvación del mundo entero. La cuestión se resuelve cuando el hombre comprende que la mejor manera y más auténtica expresión del amor es el Servicio.

Servicio en lo humilde, es decir, impregnar de sentido cristiano y evangélico nuestras actitudes cotidianas haciéndolas con pureza de corazón, con intención recta, plena de honradez y conciencia clara que lo pensado y realizado es prolongación de Cristo servidor, fiel al Padre que lo envía y a los hombres a quienes redime.



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