jueves, 26 de noviembre de 2009

REFLEXION DOMINICAL, DOMINGO I DE ADVIENTO. AÑO C.

Preparemos el encuentro con el Señor Jesús.

Para el cristiano es vital su encuentro con el Señor Jesús de quien depende su felicidad verdadera y eterna, este encuentro se lleva a cabo de diversos modos, pues diariamente Él se está haciendo presente y para ello se vale de personas y acontecimientos; de ahí que hemos de estar en “vigilante espera” para no dejar a Jesús que pasa.

El amor de Dios se manifestó plena, total y definitivamente en la venida primera de nuestro Señor Jesucristo y esperamos gozosos Su segunda venida como plenitud de la primera, cuando esto se dé es porque ya ha “llegado nuestra liberación” y ha terminado el tiempo de espera.

La Iglesia nos invita por medio del tiempo litúrgico del Adviento, que hoy iniciamos, a vivir con intensidad la preparación a la llegada de Jesús, a quien esperamos gozosos; no sin razón decimos en la Eucaristía: “Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección, ¡Ven, Señor Jesús!” Esta espera es gozosa porque nos disponemos para el encuentro de Quien sabemos nos ama y al venir “en su gloria” dará plenitud al amor que nos tiene.

El encuentro con Jesús se prepara con la vigilancia y la oración, estas son las actitudes cristianas que nos propone la Iglesia para vivir este tiempo privilegiado del Adviento.

La vigilancia es muy oportuna para que cuando llegue Cristo a nosotros sepamos aceptar y vivir el misterio. La oración es más oportuna y necesaria todavía, porque sólo mediante ella se abre la mente y el corazón humano al misterio de las acciones de Dios.

Además de velar y orar, el cristiano en este tiempo está invitado a Crecer y Abundar en el amor de unos con otros, y en el amor para con todos; comportarse de modo que se agrade a Dios. ¿Qué mejor manera de prepararse a la venida del Amor sino mediante el crecimiento en el amor?

Adviento será entonces para el cristiano:

- Tiempo en el que nos preparamos espiritualmente para conmemorar y celebrar la encarnación del Hijo de Dios y su presencia humana y humilde entre nosotros.
- Es el tiempo reservado en nuestra vida para reflexionar, meditar, vivir, recordar y celebrar la historia del nacimiento de Jesús.
- Es un tiempo especial para pensar en el sentido de nuestra vida, de nuestra fe y de nuestra esperanza en el Hijo de Dios.
- Es un tiempo oportuno para renovar nuestros compromisos bautismales, fortalecer el amor a nuestros hermanos, valorar nuestra obediencia a Dios y reconocer humildemente nuestros errores a fin de enmendarlos.
- El tiempo del Adviento es la mejor oportunidad para depositar nuestra vida en las manos de Dios y reiterar que nuestra felicidad es Cristo.

Ven, Señor Jesús.
Ven que te esperamos.
Ven pronto, Señor.

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