viernes, 25 de septiembre de 2009

DOMINICA XXVI, Septiembre 27


La propuesta de Jesús para este domingo tiene que ver con una caractarística indiscutible de la Iglesia: La superación del fanatismo y el monopolio del Espíritu y de los carismas que de Él emanan.

“Jesús quiere a su Iglesia como una comunidad abierta y solidaria de todos los hombres sinceros”, así lo expresan los santos Padres cuando reconocen que en los hombres de buena voluntad, frutifica la semilla de la Palabra de Dios sembrada en ellos por el anuncio que de Ella se hace y por la acción santificadora del Divino Espíritu.

La afirmación del apóstol Juan: “se lo prohibimos, porque no es de nuestro grupo”, refleja el desconocimiento de la primitiva comunidad cristiana y aún hoy de muchos ministros, de la actitud abierta y tolerante de Jesús frente a quellos que predican en Su Nombre. Quien habla y obra en Nombre de Jesucristo, no puede hablar mal de Él, más aún, obrar en Nombre de Jesús es hacer efectivas y reales las obras del Reino iniciado por el Señor.

El discípulo auténtico, “combate los males del mundo y del hombre, siembra la Palabra de Dios y sana el corazón de los demás”, de esta forma demuestra que su acción no nace de él, sino de Aquel en cuyo Nombre actúa.

Reconocer la acción de Dios en los hombres de buena voluntad, honrados y con calidad humana, no va en contra de la comunidad de creyentes, por el contrario, es la posibilidad de mostrar la universalidad y apertura de la Iglesia que mediante procesos serios de conversión, confirma que el Espíritu sopla donde quiere y deposita en quien abre su corazón a Dios los valores y virtudes que se desprenden del Evangelio de Jesús.

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