miércoles, 2 de diciembre de 2009


Diciembre 21. Día Sexto.
La misión del Sacerdote.

El sacerdote debe presentarse, ante todo, como un “hombre de fe”, porque él, en virtud de su misión, debe comunicarla a través del anuncio de la Palabra. No podrá predicar el Evangelio de forma convincente si él mismo no ha asimilado profundamente su mensaje. El da testimonio de la fe con su forma de actuar y con toda su vida.

Hombre de fe, el sacerdote es también “hombre de lo sagrado”, testigo del Invisible, portavoz de Dios revelado en Jesucristo. El sacerdote debe ser reconocido como un hombre de Dios, un hombre de oración, al que se ve rezar, al que se oye rezar. El sacerdote, por tanto, debe alimentar en sí mismo una vida espiritual de calidad, inspirada en el don del propio sacerdocio ministerial. Su oración, su forma de compartir, sus esfuerzos en la vida, están inspirados por su actividad apostólica que se alimenta de toda una vida vivida con Dios.

Niño Jesús, te pedimos para que nuestros sacerdotes sean fieles a la misión que Dios les ha encomendado, que no sean débiles en la fe, que prediquen la Palabra con su vida y ejemplo, que nos animen en la oración y nos permitan descubrirte en nuestra vida. Amén.

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